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La batalla de Kandahar

Los talibán han debido abandonar todas las aldeas que habían tomado en el distrito Arghandab tras una ofensiva de fuerzas combinadas afgano-OTAN que ha dejado cientos de muertos o heridos en las filas insurgentes. El comunicado difundido ayer en Kabul no indica las bajas propias y se espera un rápido comunicado con precisiones porque se ha tratado, sin duda, del mayor ataque por tierra contra la rebelión en auge en el sur del país y es la reacción militar, pero también política y psicológica, a la audaz operación contra la prisión de Kandahar que permitió la liberación de casi quinientos talibán.

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La impresión causada por el hecho sugirió la necesidad de retomar la iniciativa a toda velocidad porque los liberados se dirigieron de inmediato a las pequeñas localidades del área y se unieron a los grupos allí establecidos que, con la espalda cubierta en el vecino Pakistán, empezaban a ser percibidos como una amenaza contra Kandahar. Esta ciudad, segunda del país la capital del sur, es un centro vital de comunicaciones y, sobre todo, un símbolo del depuesto régimen integrista. Allí tenía su sede y su feudo el jefe político-religioso del mismo, el mula Omar, en paradero desconocido.

Perder Kandahar habría sido sencillamente inaceptable para el gobierno de Hamid Karzai y, sobre todo, para las tropas occidentales que le apoyan (unos 85.000 soldados ya, sumando los norteamericanos, recientemente reforzados con nuevos contingentes de marines) y los 53.000 de la OTAN, que serán incrementados un poco si se cumplen las promesas de Italia, Gran Bretaña (que ya tiene allí ocho mil) Francia y Alemania. La guerra de Afganistán cumplirá siete años. Nadie lo habría imaginado tres meses después de los atentados del 11-S, cuando empezó con la llegada de tropas americanas y sus aliados locales de la oposición del norte del país y, sobre todo, los hombres del comandante Massud, muerto poco antes. En lo que va de año han muerto ya unas 1.600 personas y por primera vez en el mes de mayo las fuerzas occidentales perdieron más hombres que en Irak. También inimaginable. Tal es el marco en el que la dura ofensiva en Kandahar era inevitable por razones que mezclan las necesidades puramente militares con los imperativos políticos.