MIRADAS AL ALMA

Místico Bon Jovi

Sigue existiendo esa mágica química en la cual cinco músicos beben y dan de beber su diabólico elixir a más de cincuenta mil almas, y todos gritan y brindan al unísono. La pasada semana, esta banda norteamericana con ya más de 25 años de buen rock a sus espaldas, aterrizaron en el Estadio Olímpico de Barcelona para conseguir el maravilloso sueño de crear una comunión casi espiritual, casi mística. Sigue siendo el hard rock esa vertiente musical rebelde, furiosa y desenfadada que rehúye de encasillamientos cuadriculados como el heavy metal y sobrevive a duras penas en nuestros días. De hecho, de aquella maravillosa artillería de grupos de culto de aquellos maravillosos ochenta como Aerosmith, Whitesnake, Skid Row o Guns N' Roses, sólo Bon Jovi ha logrado continuar vivos con dignidad pese a las modas y la lógica evolución de la música alternativa.

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Y es que no hemos cambiado tanto; nos sigue gustando el mismo fuego, nos sigue helando el mismo frío, seguimos con las mismas llagas y las mismas heridas. Cuando interpretaron himnos poderosos como Bad Name, Prayer, Medicine o Hey God volví a sentirme fugitivo, libre, con esa locura interior de la eterna juventud que te lleva a sentir más que a pensar; con ese guiño malicioso a un pasado lleno de maravillosos pecados, fiestas de verano y botellas vacías. Aquellos días en los que, gracias a la música y a la amistad, se era feliz con cien pesetas en el bolsillo y un garaje donde conversar tirado en un sucio sofá. A su vez, fue en baladas como I'll Be There For You, Bed Of Roses y Always cuando uno revive aquellos romances enterrados, aquellas lágrimas bajo la lluvia, aquel te quiero tardío, aquel apasionado amor que no supe cuidar, y aquellos besos con sabor a vino de garrafa entre largas melenas con olor a perfume barato. Sí, todo ello sigue en nuestro interior, puede que menos salvaje, pero más emotivo. Fue la pasada noche en Montjuic un revivir de aquellos días que hoy soñamos con mística y melancólica emoción.