ANGUSTIA. Un grupo de kenianos desplazados por la violencia reclaman comida. / AFP
MUNDO

El hambre enfrenta a ricos y pobres

La cumbre de Roma se rompe a la hora de la declaración final y sólo pacta un texto genérico que empaña sus metas

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La cumbre de Roma, celebrada para dar una respuesta a la brutal subida de los precios de los alimentos y al hambre que sufren 862 millones de personas, empezó bien el martes con grandes propósitos y una concordia general de los importantes líderes, pero acabó ayer bastante mal, incapaz de coincidir en una declaración final conjunta. Sólo se aprobó tras horas de largo debate, con retraso, de noche, con objeciones y críticas abiertas en el pleno, y eso que había quedado muy descafeinada.

El optimismo de los principios generales se perdió a la hora de los detalles en las precisiones de cada delegación. Argentina, por ejemplo, hizo batalla del párrafo referente a la condena de restricciones que puedan afectar a los precios, al darse por aludida, y Cuba insistió en mencionar el embargo. Eran síntomas de un malestar más profundo, explícito en el caso de muchos países de Latinoamérica. Así pasaron varias horas y la declaración se fue retrasando. EE. UU. manifestó sin rodeos que prefería no firmar nada a un mal acuerdo, e Italia, anfitrión, declaró el texto «decepcionante». La lectura general es de un enfrentamiento global entre ricos y pobres. En la práctica, el Grupo de Trabajo formado por la ONU, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, propondrá un plan que se reparte entre ayuda inmediata y otra a largo plazo y debe ser impulsado por la próxima reunión del G-8 en julio.

Es en el largo plazo donde surgen los problemas, pues implica una visión del mundo. Los países pobres culpan de la crisis a las grandes potencias, por sus «distorsiones» del mercado con barreras y subsidios agrícolas. El cambio climático y el peso de la especulación en la crisis apenas aparecían en el texto final. El dilema actual está entre los dos extremos que marcan el inicio y el fin del camino de estas décadas: del máximo proteccionismo a la total liberalización. La solución quizá llegue por una vía intermedia y todos están de acuerdo en volcarse en los pequeños agricultores. Sobre los biocombustibles, la cumbre prefirió la ambigüedad, al considerarlos «un desafío y una oportunidad» y pedir más investigación, pues es cierto que nadie sabe dónde llevan.

Este sombrío resultado resta contundencia a la cumbre, dado el enorme reto que se había planteado, pero no era inesperado. Poner de acuerdo a 183 países es imposible, y de nuevo ha quedado en evidencia el lastre de los mecanismos de Naciones Unidas. Por eso es importante resaltar los aspectos positivos. El mérito de esta cumbre es que ha puesto en el centro de la agenda mundial la agricultura, la necesidad de volver a cultivar. Por primera vez ha habido una presencia masiva de países ricos en una cumbre sobre el hambre de la FAO, porque la crisis ha llegado a Occidente hasta la cesta de la compra, como no ocurría desde la crisis petrolífera de los 70. Por primera vez, el hambre estará en el orden del día de la próxima reunión del G-8 en Japón. Por primera vez, las tres agencias de la ONU dedicadas a la alimentación (FAO, PAM e FIDA) se han planteado seriamente trabajar juntas.