VUELTA DE HOJA

Altos cargos

La peculiaridad que ofrecen los llamados altos cargos es que hacen más ruido cuando se caen de ellos que los cargos pequeños. Todo el mundo se entera de que tal o cual señor, efímeramente célebre, ha dejado de ser las dos cosas y ya no es ni una celebridad ni un señor. Hay tantos altos cargos en España que ha sido necesario proveerlos de gente de muy bajo nivel. Todos conocemos a personajes que no alcanzan la categoría suprema, que es la de ser una persona. ¿Por qué aumentar su número? Eso, en estos momentos amargos, cuando el paro ha subido en 15.000 nuevas víctimas durante el mes pasado, es especialmente inoportuno. Quizá se pretenda paliar la cifra de desempleados nombrando cargos nuevos, y que cada uno necesita un chófer, una secretaria que sepa guardar sus secretos y un par de escoltas que custodien su vida, que ha empezado a ser valiosa a partir de su nombramiento.

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El PP, aprovechando que no puede tomar decisiones, pero sí puede proponer buenos ejemplos, ha promovido una moción en la que recomendaba la contención del gasto público y pedía limitar el número de altos cargos. El PSOE la ha rechazado, como es natural.

Hemos vuelto a una España galdosiana donde los empleos van por turnos de adictos. No les ha hecho falta a nuestros políticos leer a Galdós. Su libro favorito es el libro de contabilidad y supondría una pérdida de tiempo inclinarse sobre cualquier otro.

La proclamada «austeridad en la Administración General del Estado» es el chiste más corto ideado en los últimos tiempos, pero sólo les puede dar la risa nerviosa a algunos. No les hace ni puñetera gracia a los 380.334 nuevos desempleados que se han añadido a las listas del paro en los últimos doce meses. Acaso debiera tener un punto de paciencia el PSOE y esperar. Hay que evitar aglomeraciones. Los nuevos altos cargos deben acceder a ellos sin empujarse. Hay para todos.