Toros

Severo juicio del público a Juan Bautista en tarde nula para el ciclo de San Isidro

La feria de 2008, con mayoría de toros colorados o castaños, y justo el día en que se cumplía medio abono, saltó una corrida de pintas mixtas, castañas o coloradas. Una abundante corrida de Las Ramblas, donde, pintas aparte, hubo de todo un poco.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Despabilado enseguida, bien sujetado por Juan Bautista en lances de recoger, dócil por sorpresa en un ceñido quite de Serafín Marín capote a la espalda, el toro se huyó después de sólo el primer muletazo de tanteo a una querencia no habitual: las tablas del sol, donde en la plaza de Madrid se aquerencian no pocos toros huidos. Éste tuvo la virtud de no defenderse en la querencia, sino de emplearse en ella con buen son. Parte del aire caprichoso del toro fue distraerse de cuando en cuando. No fue el colmo de la fijeza. Sí, a cambio, toro pronto. Resuelto, Juan Bautista, sin probaturas, estuvo puesto al primer golpe, por la mano diestra y donde convenía. Limpieza, seguridad y temple en dos tantas en redondo de armónica composición y bien ligadas en el sitio. Detalle notable fue que la faena entera, muy segura, se armara en un solo terreno, y no por capricho del toro sino por designio del torero.

Toro de mano derecha. Claro y seguro el viaje. Por la izquierda, no tanto. Como el gobierno de Juan Bautista, que encontró, entre la gente de sol, aliento y eco, pero distancia inhóspita en el resto de la parroquia. Algún chillidito de los de reventar las cosas.

Faltó tomarse un tiempo entre tandas para realzar el trabajo. En todo caso, cierta prisa del torero de Arles para atacar y dejar librada la pelea. De broche, una estocada buena. Palmas en el arrastre para el toro que no le tropezó el engaño a Juan Bautista ni una sola vez. Severísimo el silencio con que se castigó la faena en el juicio final.

La cara a media altura, irregular fijeza, las manos por delante de partida, el segundo pegó bastantes cabezazos. Y era, los pitones negros, toro cabezón. Nada propicio: se revolvía con genio, repuso por las dos manos, primero de flojo y luego porque se enteraba. Dos muletazos sí, pero al tercero dejaba de querer o se ponía por delante. Toro deslucido, por tanto. Generoso con él Serafín Marín, que reaparecía tras un percance grave de hace tres semanas en Zaragoza. Porfía valerosa. Media atravesada.

El tercero, de formidable cuajo, generosa armadura y badanuda pechera, hizo salida de manso: al trote y olisqueo, frenado al capote y un ataque en arreón. Cinco lances de brega de Villalpando por abajo parecieron dejar al toro de seda. Pero al salir Tejela al toro, volvió a brotar en desordenado chorro el manso fondo o el fondo de manso.