ANDALUCÍA

A la espera

¿ES cierto que Javier Arenas, el muchacho que nunca creció, es una de las pocas posibilidades que tiene el sufrido y probado líder del PP, Mariano Rajoy, para contar con un 'número dos' nacional y de absoluta confianza que, además, tenga tras él una buena parte del granero andaluz de votos?

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Es principio, y a favor del registrador de la propiedad en excedencia y líder del PP, tenemos que no existe en el sur, o, al menos, no hay constancia de ello, una María San Gil o una Esperancita Aguirre. La primera es más lorquiana que la castellana, con un sentido de la vida más trágico, mientras que la administradora política del área de influencia de Madrid es más vertical que la vasca y más franciscana, a la vez.

Don Manuel (Fraga) puede dar fe de ello, por no decir, naturalmente, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, hijo de un periodista ilustre y yerno de un falangista brioso que dejó honda huella en Sevilla como gobernador inasequible al desaliento.

Arenas, digámoslo ya, está a la espera de una oportunidad política de amplio calado, con independencia de su probado amor a la tierra que lo vio nacer. Pues el susodicho notable, como los 'cómicos de la legua', es de equipaje somero e imaginación afilada. Podría cuidar con esmero de la sombra alargada e indecisa del líder Rajoy y, a la vez, no renunciar a la administración ejecutiva del PP andaluz.

Resumiendo, pues. Más allá de los citados Gallardón y Arenas, pocos apoyos de confianza podría encontrar el educado Rajoy en ese ambiente (de la corte central) de sombras huidizas y lamentos inquietantes que parecen de ultratumba sin serlos.

Además, el tonteo político andaluz es menos cruel que el de la Meseta, hay más espacios para el relajo y el gozo moderado de los sentidos. Pero, sobre todo, Mariano Rajoy tendría a Esperancita a más de quinientos kilómetros de distancia sentimental y sensorial, como a Álvarez Cascos y a Mayor Oreja, gracias al cancerbero Javier Arenas.

En definitiva. Quedan cuatro años para que el pueblo se acerque de nuevo a las urnas. Y las cosas, por ahí, están regular. Si los doctores Solbes, Griñán o Sebastián no lo remedían, contemplaremos estampas crudas (Llegado a este punto hay que recordar a Rodrigo Rato). Mejor, pues, sentados que de pie y, sobre todo, advertidos.