HONORES. Borau ingresará en la Real Academia Española en octubre. / LA VOZ
JOSÉ LUIS BORAU DIRECTOR DE CINE Y ACADÉMICO

«Mi vida es un disparate»

Recibió ayer la Medalla de Oro a toda una carrera en los Premios José María Forqué

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Asegura que su vida es pura actividad, «un disparate, porque no tengo ni cincuenta, ni sesenta, ni setenta años». José Luis Borau (Zaragoza, 1929) es presidente de la Sociedad General de Autores y Editores, miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y pronto de la Real Academia Española. En el día de ayer recibió la Medalla de Oro a toda una carrera -treinta y cinco años dedicados al cine- en los premios José María Forqué, que concede Egeda.

-¿Le ilusionan estos reconocimientos?

-Es muy agradable obtener un premio que te dan los compañeros. En vez de ser un jurado frío y lejano, es tu gente. Lo agradezco profundamente.

-En su vida ha sido director, actor ocasional, escritor, guionista y productor. Pese a que nunca se le ha regalado nada, no ha tirado la toalla.

-Agradezco el premio de los productores, pero lo de volver a producir ya lo veo más difícil. Es un reconocimiento al pasado. Lo mío es un maremágnum de actividades y meterme en otro filme escapa a mis posibilidades; no tengo tiempo ni ganas, y tengo ya muchos años. La SGAE, Bellas Artes, para este otoño también la Academia Española ¿Quién puede pedir más?

-El ingreso en la Real Academia Española será a mediados de octubre. ¿Se siente con más responsabilidad al tener que sustituir a Fernando Fernán-Gómez?

-Habrá que estar a la altura de las circunstancias y a la altura del sillón, que está bastante alto.

-Usted es tan 'largo' como el recordado Fernán-Gómez

-Ja, ja. Hombre, tiene la gracia inesperada y casual de que sea la letra B. En cuanto a mi antecesor, no vamos a descubrir ahora que era una persona poliédrica que escribía, actuaba, dirigía... Y si escribía lo hacía tanto en ensayos como en cuentos, novelas o guiones. Con una persona así tú llegas un poco encogido.

-Algunas películas ganan con el tiempo, como Mi querida señorita (1972), que usted produjo.

-Todo el mundo pensaba que iba a ser a la manera de La tía de Carlos, rodada en 1946 por Leopoldo Torres Ríos. La historia de un hombre que se disfraza de mujer por alguna razón, pero Jaime de Armiñán y yo queríamos hacer la historia real de una mujer que se creía a sí misma mujer, pero que notaba cosas muy raras en su cuerpo. En aquella época la educación sexual era inexistente. Esta señora estaba totalmente desconcertada, hasta que un médico le dice que es una mujer.

-¿Tootsie fue el reverso americano?

-Mi querida señorita se pasó en Hollywood al ser preseleccionada para el Oscar y tuvo unas críticas muy buenas. Supongo que alguien hablaría de ella; el caso es que un día Richard Brooks me pidió la película para pasarla en su casa después de una cena. George Cukor, por otro lado, había dicho que la cinta tenía la mejor frase final desde Con faldas y a lo loco con aquel «Nadie es perfecto». Cukor lo escribió en una carta que está en poder de José Luis López Vázquez. Todo eso contribuyó a que se escribiera Tootsie. Hay escenas clavadas, pero era un filme cobarde, porque el protagonista seguía siendo un actor que se disfraza de mujer para conseguir trabajo. Consideraba que a las actrices les daban mejores papeles. Incluso rodándola varios años después utilizaba la fórmula convencional paras salvar las críticas y la censura. La nuestra era todo lo contrario: comenzaba en broma para que la sorpresa de ver a López-Vázquez como Adela fuera rápida y el público saliera de su asombro enseguida. Luego, poco a poco, la trama iba adentrándose en el alma de aquella persona.

-Como profesor de guión durante treinta y cinco años, ¿qué camino lleva el lenguaje audiovisual?

-Tanto en el cine como en la televisión, pero sobre todo en el cine, los diálogos siempre son complementarios. Lo que la imagen puede expresar no es necesario expresarlo con el diálogo; en cambio, como la imagen es incompleta casi siempre, el diálogo tiene que complementar la imagen. Lo que no se puede es repetir lo que se ve.

-¿Y a la hora de dirigir en ambos medios?

-La diferencia fundamental es que en el cine puedes utilizar unos planos muy generales y en la televisión hay que evitarlos. La televisión tiende a acercarse con la cámara a lo que está ocurriendo, y el cine guarda las distancias.

-¿Ha sido el gran sufridor de los productores independientes?

-He sufrido mucho, no cabe duda. He producido mis películas con mi dinero o, mejor dicho, con el de los bancos. Si estaba empecinado en hacer un filme, porque estaba enamorado de la historia y nadie quería producirlo, me metía en cualquier fregado para rodarlo. Furtivos y Mi querida señorita fueron las que más dinero dieron. Con Río abajo me tuve que apretar el cinturón a conciencia, me costó años devolver el dinero a los bancos.