El detenido Fernando P. G. trataba de esconder ayer su cara. / AV
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La forense no ve defecto en los ojos de uno de los detenidos por las violaciones

Fernando P. G. fue sometido ayer a una revisión para contrastar si tenía alguna anomalía en los ojos que hubiera confundido a la víctima

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En los juzgados de El Puerto se vivió ayer un nuevo capítulo en el ya denominado caso Ricardi. Fernando P. G., que es uno de los detenidos por la Policía como presunto autor de diez agresiones sexuales, fue trasladado una vez más ante la jueza del nº 2 de Instrucción para que se sometiera a varias pruebas forenses. El objetivo era verificar si la joven que identificó a Rafael Ricardi -que sigue recluido en la cárcel salmantina de Topas- pudo confundirse con este individuo, tal y como sostienen los investigadores policiales. Pero una vez más, la jornada se cerró sin indicios nuevos que lleven a la revisión de la condena del portuense.

Rafael Ricardi Robles fue sentenciado en 1996 por sendos delitos de agresión sexual sufridos por una joven en Valle Alto (El Puerto) un año antes y a manos de dos individuos. La prueba principal que se esgrimió en su contra fue que la víctima lo identificó por un rasgo físico muy llamativo: este hombre, que actualmente tiene 48 años, presenta un estrabismo severo en el ojo izquierdo. En concreto, la chica vejada describió que uno de sus agresores tenía un ojo «a la virulé», según aparece reflejado en el sumario de las actuaciones seguidas por la decena de violaciones denunciadas entre 1995 y 2000.

Hace menos de un mes, la Policía descubría gracias a la nueva base de datos unificada de ADN que los restos recogidos en las prendas de la víctima de Ricardi correspondían a Fernando P. G., quién también es conocido como el bajito en las pesquisas policiales.

Los agentes indagaron en el entorno de este jerezano de 53 años para tratar de descubrir a la persona que actuó con él en agosto de 1995, y determinaron que Juan B. G. (denominado el alto por los investigadores) era su cómplice, aunque su ADN no fue encontrado en el escenario de este ataque. Según explicó en su día la Policía, se le vinculaba porque sus restos sí aparecían en otra de las mujeres que fueron atacadas entre el 95 y 2000. Su tesis se asienta en que todas las violaciones fueron cometidas por la misma pareja de hombres y el cómplice de Fernando P. G. tuvo que ser Juan B. G. porque era más alto y la agredida describía a dos personas de diferente estatura; si bien sólo le pudo ver la cara a uno de ellos. Según explicó en su día la joven, logró arrebatarle el pasamontañas al más bajo de los dos.

Siguiendo con esta tesis, Ricardi quedaba fuera del caso, tal y como defiende la Policía, porque su estatura le impide ejercer el papel del alto. Pero a los agentes les quedaba un escollo más que salvar: la descripción del defecto óptico que hizo la mujer. Ante esto explicaron que la joven se confundió en la descripción porque Fernando P. G. tiene un ojo más grande que otro y eso pudo conducirla al error.

Ante esos datos, la Fiscalía volvió a estudiar el contenido del procedimiento que se llevó a cabo contra Rafael Ricardi para recabar indicios solventes que justificaran la revisión de la condena de una persona que lleva 13 años en prisión y que en 2010 tiene prevista su puesta en libertad.

Una de las pruebas solicitadas fue que un forense reconociera a Fernando P. G. para calibrar qué tipo de anomalía en los ojos presenta y si es lo suficientemente notoria para que la víctima lo confundiera con el evidente estrabismo que presenta Ricardi, tal y como se puede ver en la imagen superior.

Salvo las gafas

En el día de ayer, Fernando P. G. se sometió a una revisión que finalmente determinó que no tiene ningún defecto óptico ni anomalía visible, salvo que utiliza gafas para leer. El sospechoso negó haber sufrido con anterioridad algún tipo de estrabismo que hubiera sido corregido. Además de estudiar de manera superficial sus ojos, también fue medido y pesado para compararlo con Rafael Ricardi.

Ésta es la tercera vez que acude a los juzgados desde Puerto III, donde se encuentra preso desde que fue detenido por la Policía en la puerta de su domicilio de Jerez. La anterior ocasión en la que estuvo ante la jueza fue para enfrentarse a su víctima, quien lo tuvo delante durante una rueda de reconocimiento el pasado viernes. Esa jornada era muy importante para los intereses de Ricardi, ya que si la joven identificaba a Fernando P. G., la revisión de la condena del portuense pasaba a ser algo inminente. Pero la víctima no lo reconoció como sí hizo con el preso de Topas.

stubio@lavozdigital.es