Los delincuentes peligrosos o reincidentes ya no son sólo registrados mediante huellas, sino que también se incluye en sus fichas policiales sus perfiles genéticos.
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Cómo quitarle la máscara al asesino

La nueva base de datos unificada de ADN puede dar la solución a decenas de casos en la provincia que duermen en los archivos policiales por falta de pruebas

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Entre 4.000 y 5.000 crímenes aclarados al año. Ésa es la previsión inicial que manejó el Ministerio del Interior cuando en noviembre comenzó a funcionar la nueva base unificada de ADN. Es una de las primeras herramientas que comparten los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para combatir los delitos que generan más alarma social como los homicidios o las agresiones sexuales.

Apenas lleva medio año en servicio y este registro de perfiles genéticos ha dado sus primeros resultados en la provincia de Cádiz, que se convierte en ejemplo de la potencialidad que tiene este sistema: cinco violaciones perpetradas hace más de diez años y que permanecían en las carpetas de los asuntos sin cerrar tienen ya posibles autores encarcelados. Además, la Policía vincula a los mismos sospechosos con otras cinco agresiones más que hibernaban en los archivos policiales, mediante otras pruebas como el modus operandi. En la Policía son conscientes de que sin la ayuda del ADN, probablemente hubieran prescrito sin poder acusar a nadie más -Rafael Ricardi fue sentenciado por una de los ataques, pero nunca fue encontrado su cómplice-.

En el laboratorio que tiene la Brigada de Policía Científica de la Comisaría de El Puerto, donde nacieron las investigaciones por la oleada de violaciones entre los años 95 y 2000, se ven añejas las decenas de tomos donde se guardan las identificaciones mediante huellas de los detenidos en cada una de las investigaciones abiertas. El poder probatorio del ADN en cualquier procedimiento ha relegado a las marcas dactilares a un escalón inferior de relevancia, pero sin derrocarlas definitivamente. Haciendo un paralelismo con las nuevas tecnologías, algo similar ocurrió con la irrupción de internet.

Imposible coincidencia

«La identificación por el ADN es una prueba irrefutable. La probabilidad de coincidencia entre dos individuos supera la población mundial». El inspector jefe de la brigada, Luis Casais, recuerda algunos casos reales como aquel perfil genético que señalaba al miembro de una banda organizada de asaltadores de casas «sin género de dudas. El margen de error no se puede cuantificar».

Al igual que el caso de las violaciones, en la provincia existen decenas de asuntos que pueden tener su última esperanza de burlar un archivo definitivo y sin vuelta a atrás en esta base de datos de ADN: El anciano que murió apaleado en su casa de Chiclana en 2004; la mujer que también pereció en el asalto de su vivienda de la Junta de los Ríos el año pasado o la chica cuyo cuerpo violado y sin vida fue hallado en la mañana de 1993 en la playa gaditana de Cortadura.

En estas tres investigaciones inconclusas se recuperaron vestigios que pueden revelar el verdadero nombre de los autores, pero para que se resuelva esa ecuación, es necesario un cruce de datos en la base de ADN, que está nutriéndose permanentemente de nuevos perfiles genéticos con el arresto rutinario de nuevos individuos cuya secuencia genética no había sido antes registrada. Si bien, también son eliminados aquellos datos pertenecientes a casos que prescriben o de delincuentes cuyos antecedentes penales son cancelados.

45.000 muestras

Tras aprobarse la ley que autorizaba el uso de esta herramienta en el mes de octubre, el banco de ADN arrancó con 6.000 muestras indubitadas pertenecientes a sospechosos y otras 39.000 más recuperadas en escenarios delictivos. Pero estos datos se actualizan a diario con la incorporación de nuevos datos emanados de las distintas comisarías y cuarteles españoles. «Cada vez que detenemos a una persona por un delito grave o que tiene antecedentes de ese calibre y nunca le han tomado una muestra de ADN, además de tomarle la filiación y las huellas, se le extrae una muestra de saliva y se envía al laboratorio de Sevilla, donde se introduce en la base de datos», explica el inspector jefe Casais. A partir de ahí, ese perfil genético inicia un proceso automático de cotejo continuo con los vestigios recuperados en cada caso inconcluso (muestras dubitativas). «Este trabajo lleva su tiempo, por eso se nos pide desde Interior que no se tomen muestras de manera indiscriminada, sino en aquellos individuos con antecedentes graves, reincidentes o que puedan formar parte de una banda organizada». Esta limitación trata de no colapsar la base, que tiene que trabajar a nivel nacional.

Las miles de muestras que hay incorporadas en estos momentos en la base ralentizan su funcionamiento. Así, en la investigación reabierta por la oleada de violaciones, el ADN del primer detenido, Fernando P. G., fue descubierto seis meses después de haber sido introducido su perfil dentro del registro. Si bien, la propia evolución de las pesquisas a veces lleva a priorizar unos asuntos sobre otros. Por eso, cuando la Policía supo que su primer sospechoso había dejado restos en cuatro víctimas, se inició una búsqueda a contrarreloj para localizar a su cómplice. Cuando se señaló un posible autor, las mismas pruebas tardaron menos de dos días en obtener resultados. En ese corto periodo de tiempo, los agentes supieron que Juan B. G. aparecía en el escenario de una quinta agresión sexual.

Pero al igual que los delincuentes experimentados actúan sin dejar huellas, ¿es posible borrar cualquier vestigio biológico de una persona? El responsable de la brigada de Policía Científica en El Puerto prefiere no ser muy explícito sobre cómo se recuperan restos de ADN en los lugares más insospechados, pero tiene un buen ejemplo «sin dar demasiadas pistas a los malos»: al presunto autor de una de las violaciones de Puerto Real, Juan B. G., se le relaciona directamente porque se halló rastros de su semen en una hoja que había en el lugar donde fue atacada la víctima. «Esta pareja de violadores limpiaba cuidadosamente sus escenarios e incluso a las chicas para eliminar cualquier resto. Pero una de ellas pudo recordar que este individuo, tras forzarla, eyaculó fuera de ella. Días después, esta testigo nos señaló dónde lo había hecho y de allí pudimos conseguir la muestra».

Rastreo al milímetro

En otras ocasiones, estos hallazgos son fruto de una concienzuda labor de investigación de los agentes, que peinan al milímetro el lugar del crimen.

En el año 2006, una banda de ladrones atemorizó a los residentes de Vistahermosa. Varias viviendas fueron asaltadas siguiendo una estrategia casi militar. Los sospechosos, que formaban parte de una banda de albano-kosovares, pernoctaban en un piso de Valdelagrana del que huyeron cuando sintieron que iban a ser cazados. El inspector jefe Casais recuerda cómo estuvieron tres días estudiando cada rincón de esa vivienda buscando pruebas en prendas que habían dejado los ladrones, vasos de agua, restos de comida... Las muestras recuperadas permitieron imputarles a nueve miembros de la banda 18 robos perpetrados en España, tres de ellos en El Puerto.

Pero a juicio de este mando policial, la ley que ampara esta base de datos debería autorizar la toma de muestras al resto de la población reclusa y no sólo a los individuos detenidos a partir de la entrada en vigor de esta norma. «Creo que nos podíamos llevar muchas sorpresas. Ya que si alguien que cometió un delito grave no vuelve a reincidir, su ADN no puede ser tomado». La ley que articula esta herramienta sólo permite la extracción de muestras con fines identificativo. En cambio, están prohibido otros estudios como la localización de enfermedades.

stubio@lavozdigital.es