AL AIRE LIBRE

Recuerdos cromwe-llianos

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anal 2 Andalucía emitió el pasado sábado por la noche la película Cromwell, protagonizada por Richard Harris, un ya clásico del cine histórico de la década de los setenta. Me sucede que cada vez que la veo recuerdo cuando lo hice por vez primera, y ello a su vez me genera una serie de reflexiones educativas que hoy pongo a disposición de los lectores. Debió ser en una tarde de invierno en el Colegio Marianistas, con nueve años y en cuarto de la antigua EGB. Había un alumno de cursos superiores que se llamaba Clavijo que aparecía de vez en cuando a vendernos entradas de cine para las sesiones matinales de los sábados que se organizaban en el recordado colegio de la Porvera. Tanto las mentadas sesiones como su organización por los «mayores» del colegio (que debían tener la avanzada edad de quince años o así) eran costumbre de aquellos años, así que allá que apareció El Clavijo a colocarnos el producto. Nos dijo que la película se llamaba Cromwell, y nos quedamos igual, pero Don Miguel Angel, el maestro, que por cierto pegaba unas bofetadas de campeonato sin que hasta la fecha tengamos constancia de que haya generado traumas infantiles, mostró interés y dijo que el lunes preguntaría sobre Cromwell a los que hubieran ido. Ante tamaña oportunidad de lucimiento y subida del aprecio docente, algunos compañeros nos decidimos a ir. Creo que a todos nos gustó la película y disfrutamos bastante, entre las batallas y gritos coléricos del caudillo (con perdón) inglés. Es mas, mi amigo Pedro del Río dedicó todo el recreo del lunes a contar la película a los que no fueron, cosa que hizo bastante bien y con lujo de detalles. Es curioso pero había algo que a todos nos llamaba la atención: las largas melenas del ajusticiado Rey Carlos I y de muchos de los personajes de la época recreados por los actores, pues estábamos convencidos de que el pelo largo era cosa de cantantes pop y de hippies de nuestros años. Y ahora ustedes se preguntarán: ¿a qué viene todo esto? Muy fácil. Antes (y omito años para no liarla mas) con nueve años había niños absolutamente normales, o sea, que jugaban al fútbol, a bolindres y chapas, que trepaban a los árboles que ya sabían quién era Cromwell, que pasaban una mañana de sábado viendo cine y que de ese modo tan sencillo se nutrían de elementos civilizadores. Pregunten a sus nietos, los que los tengan en esa edad o mas mayores, por Cromwell, y verán el resultado.