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El misterio de la igualdad

Si en su manía de llevar a valor pesetas el sustento del cuerpo y la perennal solicitud del alma (no vea el bo, doscientas y redondeao a la baja), decide en su altura de espíritu compensar la bajada material calentando el skay del sofá y, mientras observa el vuelo primaveral de una mosca cojonera, (pongamos) se pregunta ¿porqué Zetapé no se ha hecho una foto con la mitad menos uno de los componentes de su gobierno? (pensamiento profundo el euribor, que hace mella) no se torture, la respuesta está en el aire.

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Porque vale que sea inevitable golosa, que ni labre como abeja, ni brille cual mariposa, pero eso (ya ve) nos pasa a muchos; en cambio, evoca todas las cosas, y eso no nos pasa a tantos, y el juego de cintura que tiene la joía, a menos. Con decirle que solamente un príncipe (y encima convertido en rana) tendría facilidad para cazar una mosca al vuelo (el resto recurrimos al flica), cómo se escaquean. Por la rapidez y la trayectoria caótica de su vuelo, parecen descerebradas... en cambio, cuántos estudios de su cerebro sirven para despejar el nuestro... (descerebrao yo, qué carajo). Recuerdo en The Fly, cuando el doctor Brundle se mete en la cabina que teletransportaba elementos orgánicos, se le coló una mosca; se metamorfoseó, y a la chavala le daba asco... Somos nadie, ahora van y descubren en Yale que los circuitos cerebrales de la mosca hembra y macho son iguales (¿asco? ¿y la belleza interior?), activan con un láser el centro de comando de las hembras y se dan de cara con el misterio de la igualdad Fíjate que le pegas con un láser de esos a Zetapé y sale corriendo a hacerse una foto con los ministros (la levantera, o euribortrastrornao, que hay cada patología...) Vamos, dentro de este pensamiento, mejor eso que teletransportarlo (ponte que cae en la cabina un pelo de Esperanza Aguirre ).