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Acción humanitaria: una cuestión de derechos

Una noche del mes de marzo, en el año 2007, un grupo de soldados irrumpió en Burumba, una aldea de la República Democrática del Congo. Cuando abandonaron el poblado ya de madrugada, más de 15 personas estaban muertas. Uno de los supervivientes relataba lo que había ocurrido: «Vi cómo los soldados entraban en nuestra propia casa, daban una patada a la puerta y asesinaban a las ocho personas que estaban dentro. De entre todos, sólo mis cuatro nietos se salvaron. Esos mismos soldados prendieron fuego a la aldea. Yo corrí a esconderme al bosque, y cuando regresé, me encontré con los cuerpos de mis hijos y de mi madre muertos. Los había dejado dentro de unas letrinas».

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Lo más alarmante de este testimonio, además de su dramatismo, es que se trata de un hecho bastante común, de los que desgraciadamente se repiten día tras día en muchos lugares del Mundo. Al igual que le ocurrió al protagonista de esta brutal experiencia, millones de personas padecen cada año situaciones que ponen en peligro su vida, su salud y sus medios de subsistencia. Ya sean estas provocadas por conflictos bélicos o por desastres naturales, las crisis humanitarias tiene como punto en común el hecho de que se cobran sus víctimas entre la población más vulnerable, en aquellos lugares donde los recursos son limitados, y justamente allí donde la capacidad de reacción por parte de las autoridades locales está muy debilitada o es prácticamente inexistente.

Los actores humanitarios, ya sean estos organizaciones internacionales u no gubernamentales, intervenimos ante estas situaciones de crisis con un objetivo prioritario siempre presente en nuestra acción: preservar la vida de los afectados. Ésta es de hecho la esencia del Humanitarismo clásico, una actuación externa inmediata en ayuda de las víctimas.

Sin embargo, esta primera respuesta a la emergencia de la que hablamos sería insuficiente a la larga si no se tuviera también en cuenta las causas que generan las crisis, que son en algunos casos las mismas que las perpetúan. La doble premisa de realizar un análisis de los riesgos y de diseñar una actuación adecuada resultaría del todo imposible sin abordar un principio esencial que marca la dirección del trabajo humanitario de Intermón Oxfam, y que a veces es olvidado: cualquier ser humano afectado por una crisis es (sigue siendo) un sujeto activo con plenos derechos.

En este sentido, consideramos que cualquier hombre, mujer o niño víctimas sujetos a una situación de crisis está amparado bajo el Derecho Internacional Humanitario y los Derechos Humanos, y por lo tanto, puede y debe reclamar estos derechos tanto a su gobierno como a la comunidad internacional. A este respecto, nuestra labor humanitaria pivota alrededor de dos conceptos clave: por un lado, el derecho a la asistencia; por otro, el derecho a la protección. Esto se traduce en el derecho de todas las personas a poder vivir a salvo del miedo, el hambre, la enfermedad, la violencia y el peligro.

Por este motivo, ponemos en marcha mecanismos que van más allá de una primera respuesta. Esto se hace a partir de la elaboración de estrategias de prevención y recuperación, que, implementadas por las propias comunidades locales como factor clave, reivindican como base en sí misma el respeto hacia los derechos de sus poblaciones. Nuestro objetivo primordial es contribuir a generar un cambio radical ante la situación de vulnerabilidad de los afectados, y es por ello que intentamos movernos en un sentido claro: de la catástrofe a la prevención, del conflicto a la recuperación y de la asistencia a la defensa de los derechos.

Pero si hay algo de lo que somos conscientes es de que solos no podemos hacerlo. Necesitamos que los estados y la comunidad internacional asuman sus respectivas responsabilidades hacia los seres humanos, y apliquen medidas políticas que garanticen los derechos de todas las poblaciones. Y necesitamos también que la sociedad civil contribuya a cambiar las cosas, y que adopte un papel de exigencia hacia los estados para que cumplan sus responsabilidades.

No podemos callarnos, puesto que todavía al día de hoy estamos lejos de que esta asistencia y esta protección estén garantizadas. En lugares como Darfur, la República Democrática del Congo, Colombia, Somalia o Afganistán, la población civil sigue padeciendo hambre, miedo, pobreza y violencia. Está en nuestras manos exigir un cambio, y conseguir de esta manera hacer del Mundo un lugar mejor.