Cultura

Felicidad y compromiso

Billy Bragg se presenta más maduro que nunca en su nuevo álbum

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El tiempo pasa y pesa. Pero siempre queda un poso de fresca y díscola actitud cuando alguna vez se ha enarbolado ésta como base de las propias inclinaciones ideológicas y, sobre esas bases, se ha ido desarrollando la perspectiva interior y la mirada exterior hacia todo lo que nos rodea. Desde luego, el Billy Bragg de ahora ya no es aquel impetuoso adolescente que se revolvió contra el decepcionante futuro que le presentaban sus mayores en la Inglaterra de 1977 al frente del grupo punk Riff Raff.

Ni tampoco aquel crecido adulto que decidió radicalizar su discurso un poco más allá de lo que hicieran sus adorados Clash, sin acompañamiento y con el único apoyo de una guitarra eléctrica en su primer ep en solitario, Life's a Riot with Spy vs Spy (1983).

Hoy, el que muchos consideran el prototipo histórico del anti-folk, vive en una casa de campo felizmente rodeado de su familia y reparte su faceta artística entre el amor y la justicia, como refleja, ya desde el título, su último disco Mr. Love and Justice (Cooking Vinyl-Discmedi, 2008). Pero, aunque ya hoy le cueste afirmar que un mundo nuevo es posible, como defendía en uno de sus grandes clásicos, A New England, sigue manteniendo viva la fe (agnóstica, subraya él mismo) en poder contribuir a mejorar este que tenemos, como manifiesta en I Keep Faith, el corte que abre ese nuevo álbum.

Aunque no reniegue de ello, Bragg siempre se ha quejado del perjuicio que le ha acarreado el ser catalogado exclusivamente como cantautor político. Una queja razonable: Billy Bragg es bastante más que un tedioso y monocorde cantante protesta.

El hecho de haber sido siempre un tenaz defensor de los derechos humanos, e incluso de haber optado en algún momento por un color político determinado (cuando formo el colectivo Red Wedge junto a otros músicos para pedir el voto laborista hace dos décadas) no quita que álbumes como Workers Playtime (1988) y Don't Try This At Home (1991) contengan excelentes muestras de pop más o menos comprometido. O que el rescate del archivo inexplorado de Woody Guthrie haya quedado tan brillantemente actualizado en los dos discos que grabase junto a Wilco, Mermaid Avenue (1998) y Mermaid Avenue Vol. 2 (2000). En Mr. Love and Justice, retoma el contacto con The Blokes, la banda que le acompañó en las grabaciones de hace más de una década, para, a ritmo de pop, rock y soul, sugerir la necesidad de que el compromiso se equilibre con satisfacciones intrascendentes. Así, si en Farm Boy describe el amargo sabor que deja la guerra en un granjero que se alista para defender a su patria y acaba combatiendo contra otros agricultores como él, y en O Freedom pone en tela de juicio el fraude de una democracia globalizada cada vez menos fingida; en If You Ever Leave opta por la contemplación de la naturaleza y las cosas superfluos y bellas que nos rodean.

A sus 50 años, Billy Bragg piensa que la madurez y la felicidad personal no tienen por qué estar reñidas con la inquietud.