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Ya es primavera

Me lo ha dicho mi hermana. Me llamó expresamente para contármelo. Iba por la calle, y de pronto, «del lejos», divisó un cartelito que estaba pegado en la ventana de un bar. Por las dimensiones, y por el dibujito que se adivinaba, se imaginó de qué se trataba. Pero se acercó, no obstante, para confirmarlo. Y sí. Efectivamente. Ahí estaba pintadito en plan patatero, en una hoja de cuadritos arrancada del cuaderno, un caracolito, sonriente (¿quién ha visto a un caracol sonreir?). Le faltó tiempo para llamarme a mi hermana: ¿Ya están aquí! ¿Ha sido la lluvia! ¿Ya es primavera en los bares de Cádiz!, decía por el teléfono.

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A los que nos gustan los caracoles lo sabemos, conocemos esta alegría. Se trata de una conducta irracional, una necesidad fisiológica que hace que tengamos un comportamiento animal llegando esta época del año. Soportas colas interminables en bares en los que normalmente no comerías nada ni invitado, miras con cara de asesino al que está ocupando una mesa y tiene el valor de pedirse, Dios mio, otra cerveza, Ese caldito picante, ese agujerito hecho con el colmillo en la cáscara cuando está escondío y no quiere salir. Ese sorbetón, iíiiiiiiiiin, pa entro, qué saborcito tan sabroso. Y el egoísmo tan grande que te entra cuando alguien te dice: «Yo es que no soy muy de caracoles, ya cojo de tu plato»... ¿Y un mojón! ¿Pídete tú uno que ya me como yo lo que sobre!

Y qué tristeza cuando se acaba la temporada y te encuentras un gusanillo dentro... Y a esperar hasta el año que viene. Menos mal que por medio coge el carnaval y por ahí te consuelas...

No pensemos en cosas tristes. Ya es Primavera, y no porque lo digan en la tele, no. Ya es Primavera porque en los bares han puesto el cartelito que inaugura la época del calorcito, las terrazas y la alegría: Hay caracoles.