TRABAJO. David Cortina en la calle Brasil.
CÁDIZ

El drama de vivir en la calle

David Cortina, un joven ex toxicómano de 38 años, vende pañuelos para sobrevivir en la calle Brasil desde hace más de una década

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Quien no conoce a David en la calle Brasil? Ese joven de 38 años que vende pañuelos, «a precio de voluntad», a los conductores y paseantes es una de las personas más queridas en la zona. Vive en la calle, debido a un pasado turbulento que le hizo entrar en la espiral de la droga, pero sin embargo nunca pierde la sonrisa. «Empecé a fumando el típico porrito a los 18 años con los colegas. Luego pasé a la cocaína y finalmente llegué a la heroína. He probado de todo, menos droga sintética. Ahora estoy desenganchado, pues me estoy tratando con metadona y me siento mucho más lúcido», dice con orgullo.

David visita el ambulatorio de Loreto todos los lunes para que le den su dosis: «Siete pastillas, una para cada día de la semana», dice. Desde hace 13 años diariamente se le puede ver por la zona aferrado a una bolsa del Real Madrid en donde lleva el producto que vende. «Vengo todos los días porque con el dinero que me saco tengo que comer. Por aquí se portan muy bien conmigo, pues siempre me invitan a alguna tapa o plato. Mi sueño es encontrar un trabajo. Antes de caer en este mundo estuve como repartidor de butano en el casco antiguo», afirma sonriendo y mostrando su desdentada boca.

Pero David no siempre ha vendido pañuelos durante estos trece años. «He probado con mecheros, bolígrafos e incluso ventiladores de pilas, pero lo más rentable, lo que más sale son los pañuelos», afirma mientras saluda a una vecina. Y agrega: «Soy una persona muy abierta que no me meto con nadie y ayudo a las personas en lo que puedo». Nacido en la calle Pericón de Cádiz, en pleno barrio de La Viña, David pasó su infancia y juventud en la barriada de La Paz, donde se mudaron sus padres. Hoy afirma haber perdido el contacto con su madre y hermana porque «son difíciles de tratar». Tampoco sabe nada de su hija que actualmente tiene 14 años.

Duerme en cajeros

Lo peor llega por las noches, entonces David busca un cajero donde poder dormir al cobijo del frío. En uno de esos cajeros, las pasadas navidades, un joven en un arrebato de bondad le dio 200 euros. «Me dijo que era para que pasase unas buenas Fiestas. Todavía hay gente buena en el mundo», señala con inocencia al tiempo que la luz del semáforo se pone roja y sale corriendo para ofrecer sus pañuelos a un taxista. A pesar de la triste realidad que le ha tocado vivir, David se siente un afortunado porque sigue en este mundo y lanza un mensaje a la juventud: «Hay muchos que empezaron conmigo y que la droga se les ha llevado al otro barrio. La droga no lleva a nada. Los jóvenes tienen que tener claro que estas sustancias pueden contigo y con Dios que baje del cielo», señala mirando arriba.

jmvillasante@lavozdigital.es