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La crisis del PP

Es un hecho insólito: las noticias sobre el principal partido de la oposición están desplazando a las creadas por la formación del nuevo Gobierno. Podrá argumentarse que el morbo que provoca éste es limitado por cuanto repiten cartera los ministros más importantes y porque la política de Zapatero para esta nueva legislatura es una continuación de la anterior. No obstante, resulta poco comprensible que la recesión económica, los problemas del agua y los pactos de Estado (el de la Justicia y el del terrorismo, entre otros) no hayan preocupado estos días mucho más que los problemas internos del PP. La razón es bien simple: la marcha del sistema pasa también por la oposición y el PP está en una situación difícil.

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Es verdad que los resultados electorales han sido espléndidos para el PP en una gran parte de España pero la derrota en Cataluña y en el País Vasco plantean de una forma dramática la pervivencia del Estado si tenemos en cuenta que el Estatuto catalán es una mini Constitución y que no va a ser otra cosa el que sustituya al de Guernica. La derrota del PP en estas dos regiones, que reclaman su condición y que aspiran a ser estados libremente asociados, adquiere un relieve de carácter extraordinario. Por esto también la disposición de Mariano Rajoy a llegar a pactos con el Ejecutivo produce una especial inquietud en los medios populares. En efecto, en el PP se juzga temeraria la actitud de muchos de los barones que, al igual que Rajoy, contemplan como un proceso natural y lógico el futuro de España como una confederación. Se diría que el PP viene a sumarse a la «racionalidad» con la que funciona el PSOE, esto es, la racionalidad confederal, plurinacional: el nuevo régimen, superador del sistema autonómico... Algunos políticos del PP piensan que la confusión por la que está pasando éste, el desbarajuste y las pugnas interiores tienen que ver con una falta de definición ideológica del partido. A mi entender no es ese el problema o, al menos, no es el principal problema. Este reside en la confusión sobre el modelo de Estado y las consecuencias del plurinacionalismo. Ahí estarían las claves de la desigualdad que amenaza a los ciudadanos; desde la negación del derecho a educarse en castellano a soportar distintos modelos de justicia o a soportar regímenes fiscales diferentes. Por todo esto, la crisis del PP rebasa los límites partidarios para convertirse en el problema nacional.