Editorial

El margen de Zapatero

La falta de apoyos suficientes para salir elegido presidente en primera votación ha obligado a posponer la investidura de José Luís Rodríguez Zapatero hasta mañana, mediante una segunda votación para la que ya no requerirá contar con la mayoría absoluta del Congreso. Es probable que el hecho no revista especial importancia respecto al margen de maniobra del que vaya a disponer el nuevo Gobierno. Pero es indicativo de las reticencias que ha podido suscitar hasta la fecha la manera en que el candidato a la Presidencia se ha conducido en cuanto a la política de alianzas y de las dificultades que pudiera acarrearle a la estabilidad gubernamental si inmediatamente después de su reelección no previene su acción política de la inclinación a la unilateralidad propiciada por su victoria electoral. Es aún muy temprano para pronosticar cuál va a ser el camino que realmente adopte el Ejecutivo socialista tanto a la hora de recabar los apoyos parlamentarios que precise como sobre sus iniciativas más inmediatas. Pero la fallida votación de ayer vino a advertir de que difícilmente podrá pretender la cuadratura del círculo, labrándose el entendimiento con el PP por un lado mientras trata de asegurarse apoyos del nacionalismo por el otro.

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A no ser que varíe sustancialmente la actitud política por parte del conjunto de las fuerzas parlamentarias, no es fácil adivinar qué cuestiones podrían concitar tan unánime acuerdo. En cualquier caso, desde el punto de vista de la ciudadanía, la definición de las alianzas no debería preceder a la fijación de las prioridades de Estado. A esto se atuvo, formalmente, Rodríguez Zapatero en su discurso de investidura. El restablecimiento del normal funcionamiento del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial representa, en ese sentido, una tarea insoslayable por su urgencia que sólo puede culminar sobre el pacto entre el PSOE y el PP. Pero de igual manera que el desarrollo de la anterior legislatura permitía cargar buena parte de la responsabilidad por la confrontación extrema en la oposición ejercida por los populares, esta vez corresponderá al Gobierno demostrar que no se escuda en la primera desavenencia que surja para dar al traste con las posibilidades de diálogo y pacto.