LECHE PICÓN

Como decíamos ayer...

Pues así como quien no quiere la cosa, han sido como cinco o seis semanas las que me he llevado lejos de esta periódica cita con "La Voz", por razones varias entre las cuales la pereza no ha sido la menos relevante. Desde entonces a ahora, en el breve espacio de poco más de un mes, han sido muchos los eventos acontecidos, porque el tiempo pasa como una corriente mansa pero ineluctable. Pasaron las elecciones generales, en la que los españoles, libre y soberanamente, han vuelto a dar su confianza al candidato socialista -no sé si por bueno o por menos malo- y han decidido consagrar el bipartidismo y dejar en evidencia a los nacionalismos insolidarios.

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Por otro lado, casi coincidiendo con los comicios, esta España nuestra decidió dar un nuevo paso adelante en busca de la chabacanería absoluta con la elección del individuo del tupé que habrá de representarnos en Eurovisión y su patética cancioncilla. Que igual hasta gana, vaya usted a saber, tal como están los tiempos, de ordinarios.

Pasó. también, la Semana Mayor, un derroche de fe y de arte sólo enturbiado por la lluvia inoportuna y por, a la postre, unas discusiones entre cofrades que causan el desconcierto, cuando no la risa, de la opinión pública, enfrascados como están en dotar de razones a quienes sólo ven en nuestros desfiles pasionales -inconmensurables, por demás- unos modos y unas forman que pugnan con los nuevos tiempos. Llegó la primavera, llenando de hojas los membrillos y los granados, floreciendo los manzanos y perfumando de azahar naranjos y limoneros; y con ella, con la primavera, llega la sublimación de la belleza y la explosión de los sentidos, y ya estamos todos más alerta, más dispuestos, más convencidos de que la vida es tan sólo para vivirla.

Murió, hace tan sólo unos días, Fray Jesús Fernández de la Puebla, un hombre bueno, un hombre de Dios, que yo no sé por qué Dios reclama tan pronto a los buenos, cuando tiene a tanto infame donde elegir. Lo ha hecho apenas un mes después de cantar su Pregón a la Semana Santa de Jerez y cuando aún su voz y su sonrisa, tan límpida, tan de verdad, zurean por Villamarta. Y se une Fray Jesús a la larga lista de pregoneros desaparecidos en un breve lapso de tiempo -Montero Galvache, Paco Almagro, Alejandro Daroca, Juan González, Manolo Yélamo, Paco del Castillo, Enrique García Paz, Toto León...- , tan breve que asusta y que hizo que, a las puertas de la Merced, servidor le dijera a Pacote García Figueras -nuestro decano- que va a haber que pensarse muy seriamente en darse de baja del cargo.

Mario Conde concedió la que dice será su última entrevista. Lo vi avejentado, triste, sumido en una interiorización de su propio yo, con la mirada baja y sin ganas de recordar los momentos amargos. No me recordó en nada a ese Mario Conde con quien almorcé no hace ni seis años en su finca de «Los Carrizos», en Castilblanco de los Arroyos, en los días previos a que el Tribunal Supremo confirmase e incluso aumentase las penas del caso «Argentia Trust». De ese Mario Conde orgulloso, desafiante, seguro, poderoso, apenas si queda nada.

Y estamos ya, válgame Dios, en Abril de 2.008. Parece que fue ayer cuando discutíamos sobre el «efecto 2.000» y ya han pasado ocho años, en un santiamén. Cuando transcurre el tiempo, cada cosa tiene su momento; nuevas cosas acontecen mientras las cosas anteriores envejecen. Lo malo que es somos nosotros quienes envejecemos, quienes poco a poco vamos alcanzando la primera línea de trincheras. Sólo me queda el consuelo de que sea verdad lo que dijo Cicerón: que los hombres son como los vinos: la edad agria a los malos y mejora a los buenos. Que es que el que no se consuela, mire usted, es porque no quiere.