Opinion

Compromisos matizables

La cumbre de la OTAN que se ha cerrado ayer ha permitido clarificar los retos a los que ya se enfrenta la Alianza Atlántica y aventurar los posibles caminos para abordarlos, aunque las medidas específicas para hacerlo disten de haber sido apuntaladas. Puede que el presidente Bush haya partido hacia Croacia públicamente satisfecho por el respaldo de los aliados a su escudo antimisiles en Europa del Este, por el compromiso arrancado de un aumento de las tropas en Afganistán y por la promesa de un futuro ingreso de Ucrania y Georgia. Pero un análisis menos mediático de lo acordado obliga a realizar unas matizaciones que bien podrían rebajar la contundencia de los compromisos.

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Es cierto que se ha respaldado el sistema balístico defensivo que Bush pretende instalar en Polonia y Chequia, pero la explícita advertencia lanzada por Rusia, que considera semejante mecanismo una amenaza directa contra su seguridad, convierte la reunión que Putin mantendrá con Bush el próximo domingo en el verdadero punto de inflexión para calibrar el precio que puede costarle a Europa blindar su flanco con Oriente Próximo. Otro tanto ocurre con la decisión de no tensar más la cuerda con Moscú asegurando a Ucrania y Georgia que serán parte de la Alianza sin «brizna de duda» pero eludiendo a la vez invitarles a aplicar el Plan de Acción para la Adhesión, que es la llave que abre el ingreso tangible en la organización. Incluso en el compromiso del aumento de tropas para Afganistán, los matices son cruciales; porque si bien se ha dicho que se incrementarán, la única aportación significativa y concretada -exceptuando a EE.UU- será la francesa, y en una cantidad, 700 hombres, muy lejos de los 7.000 soldados que reclaman los generales. Hablar de avance en estas condiciones, cuando la ONU admite abiertamente el aumento «importante» de las actividades terroristas en el último año, es mostrarse realmente condescendiente para con el compromiso real del conjunto de la Alianza. En cualquier caso, sí que ha habido en esta cumbre una noticia claramente determinante, y esa es la del regreso de Francia a los mandos integrados de la OTAN, con cuyo retorno se encara uno de los más serios problemas funcionales de la Alianza: el desequilibrio militar respecto de EE.UU. Pero fuera de esto, lo conseguido en Bucarest queda lejos de ser realmente sustancial. Putin se ha preguntado al término de la cumbre el porqué de la organización cuando la Unión Soviética ya no existe. Y aunque pueda parecer comprensible el interrogante del mandatario ruso, la respuesta es tan clara como determinante del nuevo rumbo que debe tomar. La Organización del Tratado del Atlántico Norte debe existir porque la única superestructura militar capaz de mejorar las garantías que la Alianza ofrece hoy sería aquella que, además de a las actuales 26 democracias, integrase a las que se encuentran en otras partes del planeta.