MUNDO

Bután se democratiza con temor

Hasta la década de 1960 no tenían ni carreteras, ni teléfono, ni divisa. Y hasta 1999 no conocían la televisión ni Internet. Pero sólo nueve años después, los 670.000 habitantes de Bután, uno de los reinos más enigmáticos y cerrados del mundo, han acudido a las urnas para estrenar la democracia y acabar con más un siglo de absolutismo. Sin embargo, y a diferencia de lo sucedido en la vecina Nepal, donde una revolución llevó al rey a restaurar la democracia en abril de 2006, las reformas en Bután han partido del propio soberano, Jigme Keshar Namgyal Wangchuck, de 28 años, que se ha tenido que esforzar para convencer a sus súbditos de que la democracia es el camino que mejor va a servir a la prosperidad del país del Himalaya.

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Fieles a su rey, los butaneses acudieron el lunes a las urnas porque así lo pidió Namgyal, que accedió al trono en 2006 después de que abdicara su padre, defensor del absolutismo. Los tres partidos que se presentaban se autodefinían todos como rotundamente monárquicos. Ayer, la Junta Electoral Central, creada para la ocasión, otorgó una victoria sin fisuras al Partido de la Paz y la Prosperidad, cuyo eslogan es 'En busca de la felicidad nacional' y que se ha hecho con 44 de los 47 escaños del Parlamento. Su líder, Jigmi Kinley, tras conocer los resultados le dedicó la victoria al monarca.

A partir de ahora, Namgyal continuará siendo el jefe del Estado, aunque su figura será meramente testimonial. Eso sí, Kinley tiene como objetivo continuar con el sistema implantado por el rey que, sin duda, ha proporcionado unos resultados excelentes. A pesar de ser uno de los países de más difícil acceso del planeta, cuenta con una renta per capita de 1.000 euros, casi el doble que la de la vecina India, y tres veces la de Nepal. Además, la población tiene acceso a educación de un nivel aceptable y servicios sanitarios de calidad muy superior a los del resto de la región.

El octavo más feliz

No es de extrañar, por lo tanto, que Bután, conocido como el país del Trueno del Dragón, sea considerado el octavo más feliz del planeta. Y que sus ciudadanos temieran el lunes cambiar con su voto lo conseguido por su soberano. No parece que nada de eso vaya a suceder en Bután, que dentro de poco ingresará en la Organización Mundial del Comercio, un paso más promovido por el monarca en pos del crecimiento económico.