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La voz de su amo

Desde hace ya una buena temporada, ser tertuliano -y sobre todo, político- no sólo llena los bolsillos del que porta este distintivo, sino que además se convierten en líderes de opinión de los propios partidos. Empujan a su líder y a sus acólitos hacia el abismo del éxito. Sufren y discuten como si hubieran sido los creadores de los programas e intentan reventar al contrario como si la vida le fuera en ello. ¿Deberían ser los periodistas defensores a ultranza, no de la objetividad informativa, sino del ideario de presidentes, jefes de oposición o de cualquier mindundi con traje de salvapatrias? Muchos de ellos ya se han señalado excesivamente en sus posturas y me temo que el espectador, oyente o lector -que no es tonto- les han calado hasta la médula.

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Convierten los espacios de debate en un gallinero, donde el que más grita parece que tiene más razones para imponer sus ideas. En muchas ocasiones rozan el ridículo y parecen estar más en un salsa rosa que en lo que debería ser un espacio más serio y abierto a cuantas ideas mejor.

Hace varias semanas, en Canal Sur tuvieron que interrumpir exabruptamente un debate sobre la memoria histórica porque se tiraron a la cabeza macetas de tal calibre que no pudieron seguir. Que si tu cadena radiofónica tiró más mierda sobre el 11-M que la mía, que fue objetiva (¿pero no estaban hablando de la memoria histórica?). La otra noche en Tele 5 Isabel San Sebastián y María Antonia Iglesias se enzarzaron sobre un reportaje de Aznar, no se pelearon sobre el personaje sino sobre la realización del documental. Muy triste para los que estaban al otro lado del cristal, y vergonzoso para la dignidad de la profesión.