Calle Porvera | El triunfo del chiki-chiki
Me resisto a dedicar este artículo a comentar los resultados electorales. Ya se han hecho suficientes análisis y lecturas partidistas. Ustedes me perdonarán, pero voy a referirme a otra cuestión, cuyo germen ha sido curiosamente otro proceso «electoral» que también ha bipolarizado al país: Chikilicuatre y el Chiki-chiki con el que representará a España en el Festival de Eurovisión. Vale que es ridículo. Creo que no cabe discusión al respecto, pero conviene no tomárselo en serio, o al menos no demasiado. Convendrán conmigo en que hace tiempo que Eurovisión dejó de serlo para convertirse en una herramienta más para el compadreo barato entre países «amigos». Chikilicuatre ni tan siquiera es cantante; es actor, humorista del programa de Buenafuente, un cachondo mental con un equipo de guionistas más cachondos todavía y que posiblemente pretendan ironizar sobre un festival cutre-kitsch con un toque friki y hortera. Ridiculizarlo, en definitiva, a través del ridículo.
Actualizado: GuardarPero es que además, el triunfo del chiki-chiki retrata a un pueblo dispuesto a quebrantar con humor los principios demasiado académicos de la oficialidad. No es la primera vez. Hay numerosos precedentes parecidos en este país. Cómo se explica, si no, que Jesús Gil fuese alcalde con mayoría absoluta, que Pocholo disparase la audiencia cada vez que salía en televisión o que Opá, voy hacé un corrá (o como leches se escriba) fuese la canción del pasado verano.
¿Por qué estos días casi hablamos más en el trabajo de este personaje que de la victoria de Zetapé? Yo mismo me pregunto por qué el cuerpo me ha pedido escribir sobre él y no sobre las elecciones. Creo que el chiki-chiki no es más que una bofetada a un sistema que se toma demasiado en serio a sí mismo. Quizá sea eso lo que quieren tanto él como los que arropan esta aventura intrascendente. Y, de paso, conseguir que bailemos su canción en las discotecas. A ver quién es más friki.
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