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Mujeres, ¿al poder?

Toda una campaña llena de mítines, paseíllos por mercadillos y sonrisas y ni rastro de las mujeres. Un vistazo general a los debates locales, a los equipos, a todo ese batiburrillo en torno al candidato permite sacar algunas conclusiones. En primer lugar, que la cremallera debe estar en los pantalones de los políticos, pero no en las listas. Salvo Teófila Martínez, el artículo femenino -singular y plural- se deja para la corrección política, para dirigirte a esa masa de votantas que son el 50% y ante las que tienen que disimular, sobre todo si son de izquierdas.

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Hace mucho tiempo, la Thatcher, esa señora a la que el tiempo traiciona pero su laca no, dijo que si uno quería discursos debía pedírselos a un hombre, y que si quería acciones, debía dirigirse a una mujer.

El resto del mundo -incluido el que llaman subdesarrollado- va nombrando presidentas y primeras ministras, y aquí lo que tenemos son jarrones. Chicas estupendas, trabajadoras y muy buenas para la organización de partidos, pero a las que no las dejan debatir, no sea que les vayan a partir la cara.

Ignoro qué cara se le quedaría a Tarja Halonen, presidenta de Finlandia (un sitio donde los niños son listísimos, mucho más que los analfabetos andaluces, Ana Mato dixit) si le contaran como anda el patio.

Lo mismo, cuando hoy la reciba Teófila se piensa que todo aquí es igual. Que en todas las administraciones hay señoras rubias que tienen a sus concejales y compañeros de partidos firmes como velas. Alguien debería explicarle a la amable señora y su séquito que es un espejismo. Que aquí, como en el informe de la FAPE, estamos en la cola de la igualdad.