ESTÉTICA. Sara Baras desnudó la obra de elementos dramáticos. / MIGUEL GÓMEZ
ANÁLISIS

La Carmen se va a Los Puertos

La Carmen de Sara Baras viajó de las rancias entrañas de la Fábrica de Tabaco sevillana a la luminosa Cádiz. Una espectacular puesta en escena que narraba el filón argumental que supone uno de los personajes andaluces por antonomasia. Pero no encontrarán en Sara el dibujo de la femme fatal que inspiró a Prosper Mérimée para su retrato, ni siquiera la versión operística del mito a cargo de Bizet. Tal vez, porque la isleña más que implicarse de lleno en la Carmen realiza el camino inverso, pues no persigue un hilo descriptivo sino una libre versión que, a lo sumo, le sirve más de pretexto que de mera inspiración; la Carmen representada por Sara es más Baras que Carmen. Porque la desnuda de elementos dramáticos y la aleja de la mujer pendenciera, de faca en la liga, para llevarla a un terreno más contemporáneo, más sutil, más elegante, acaso.

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Al otro lado del personaje está la obra. Un diseño entrelazado con mucha inteligencia, grandes recursos, rápidas transiciones y un lenguaje estético entendible en cualquier lugar del mundo. Una puesta en escena, a veces efectista, que su directora sabe muy bien que se va a representar en el Falla, en Villamarta o en La Maestranza pero, del mismo modo, en cualquier proscenio de Singapour o Estados Unidos. Y esto, indiscutiblemente, es un alarde de ingenio.

Voy de nuevo a la artista. A su baile, que es lo que más interesa. Lo que es palmario es la especialísima química que se produce entre Cádiz y Sara Baras y viceversa. El saber que casi zapatea sobre las olas del Atlántico produce en Sara grandes sensaciones que la inspiran de modo singular. Estuvo siempre a una gran altura, con colocación, renovando el personaje a cada pose, creando un propio discurso gestual, con elegancia cuando precisa, con garra cuando procede, y, sobre todo, con esa forma de meter los pies extraordinaria, como descargas vitales. Principios que demostró en sus números en solitario, destacando las salerosas y enérgicas alegrías, la sensual habanera del principio, la donosa sevillana, la contundencia en la siguiriya. Sara tiene un gran nivel que repartió en numerosos pasos a dos con los bailaores José Serrano (torero) y Luis Ortega (Don José).

Este último regaló una farruca de bella factura y unos grandes fundamentos técnicos que administró con sumo gusto en sus apariciones. Lástima que disponga de poco tiempo en relación a su contrincante, José Serrano, que tuvo el favor de algunos números más largos como el jaleo o los tangos, en paso a dos con la artista principal.

En aras a una mayor ambivalencia del personaje literario con la bailaora, también hay importantes modificaciones en la música, ya que Bizet suena a cuenta gotas y siempre arreglado por Joan Valent por la preferencia a ciertos elementos más vanguardistas en la música de Paco de Lucía y David Cerreduela.

Entre Carmen y Sara Baras se produjo un feliz encuentro sobre las tablas del Falla. Carmen se hizo isleña. La habanera siempre suena bien en Cádiz.