Todo queda en casa

Manuel Moneo está, a buen seguro, orgulloso de muchas cosas, pero quizás la primera de la larga lista sea su familia. Apellidarse Moneo es llevar en la sangre el flamenco de las generaciones anteriores y de las venideras. «Tengo una familia de las que ya no quedan -dice muy sonriente- tenemos para hacer un buen espectáculo en el Villamarta: mi hermano El Torta, mi hijo Barullo, Macarena, Rocío... hay de tó». Asegura que «me hubiera gustado estar en el teatro pero también es un honor cantar en Los Apóstoles».

«Ya quedan quizás tres o cuatro familias como la mía en España. Me ha tocado a mí llevar esa cruz al cuello y es algo de lo que me alegro mucho. Es un orgullo tener familia de cantaores desde mi abuelo, mi tío Luis, mi tío Alfonso El Berenjeno...

En el recital de esta medianoche en la bodega pretende «cantar puro, cantar gitano, que es lo que nosotros sabemos hacer». Soleás, martinetes, tonás y seguiriyas saldrán de la garganta prodigiosa de Manuel Moneo porque «hay que poner tó la carne en la sartén».

El artista de La Plazuela asegura que «ahora es cuando en el Festival de Jerez se está metiendo un poquito más de cante porque lo que más había antes era baile y el bailaor traía ya a su propio cantaor». Por eso, él participa -junto con el chiclanero Antonio Reyes- dentro del ciclo Cantaores. «Que vaya mucha gente a vernos», animó el hermano mayor de la saga flamenca. Por su parte, Reyes agradeció su apoyo a la organización: «Aquí me siento como en casa».

De Manuel Moneo dicen que el mismísimo Camarón de la Isla se partió la camisa escuchándolo cantar. Es defensor del flamenco más puro y tiene su baluarte en los palos más ortodoxos del flamenco. Ayer aprovechó su presencia en la tertulia de San Ginés para recordar a los presentes «que compren mi disquito». Testimonio de un cantaor es su último trabajo -presentado hace unos meses- y está compuesto por piezas en directo de diferentes actuaciones en Valladolid, Algeciras o Francia. «Tiene cositas muy buenas, me toca Moraíto, me toca Antonio El Cagalera...»