El verbo en la bodega

Bailaores o máquinas de ejecutar pasos

Rafael Estévez reivindica el conocimiento de las raíces para «no acabar en el absurdo»

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Qué Manuela Carrasco hable de volver a las raíces, porque «ahí está el futuro del flamenco», no tiene nada de raro. Que lo haga un bailaor y coreógrafo joven, vale el doble.

La intervención de Rafael Estévez en las tertulias de La bodega volvió a poner en escena la vigencia de un debate nunca resuelto, el que debería concluir con una definición lo más aproximada posible de lo que es arte flamenco y lo que es «otra cosa». «Yo respeto a todo el mundo, pero para ser moderno, para ser contemporáneo, no es necesario acabar colgándose del techo. Muchas veces basta con mirar atrás y actualizar, tratar desde el siglo en el que estamos esos referentes incuestionables».

Es meritorio que alguien que acaba de cumplir 28 años, reconozca que lleva 14 embarcado en una búsqueda de raíces e historias, archivos y grabaciones, para evitar «ese tipo de bailaor, que es incapaz de distinguir entre palos en cuanto lo sacas de los básicos, y que acaban siendo una especie de máquinas de ejecutar pasos, aunque sean máquinas precisas».

Estévez criticó abiertamente el desconocimiento que tienen los artistas sobre el trabajo desarrollado por generaciones anteriores. «Algunos no sólo no saben quién fue Pilar López, sino que tampoco tienen empacho alguno a la hora de reconocerlo, como si fuera algo normal».

Ya puestos, Estévez también dio un repaso merecido al concepto de profesional que tiene alguna gente del mundillo: «Parece que aquí no se exige nada, salvo manejar cuatro tópicos. Si fuéramos médicos, os aseguro que el índice de mortalidad sería realmente alarmante», bromeó sin restarle al asunto «ni un ápice de la seriedad que requiere».

«Los espectáculos tienen que tener un motivo, un propósito, un porqué: si no, acaban convirtiéndose en cosas absurdas», en la que experimentar es un verbo en el que cabe todo, explicó el coreógrafo. «La ignorancia es muy atrevida».