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El químico sunní, a la horca

Fuera de Iraq, poca gente prestará atención a lo que entre nosotros parece el simple apellido de Alí Hassan al-Majid, conocido popularmente como Alí el Químico, pero lo que complica en términos sociales y políticos su ejecución próxima es que era un hombre clave del clan sunní de los Majid y primo carnal de Saddam Hussein.

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Condenado a muerte en su día tras ser reconocido culpable de gravísimos delitos, singularmente el empleo de armas químicas contra kurdos pro-iraníes en la 'operación Anfal' a finales de los ochenta y en el marco de la guerra Iraq-Irán, la presidencia iraquí anunció ayer su aprobación de la sentencia. Puede ser ejecutado en cualquier momento.

Es seguro que, a estas alturas, el país tenía asumida la sentencia y si digirió la de Saddam, en diciembre de 2006, más fácilmente pasará la del cruel lugarteniente. Pero el calendario no ayuda mucho porque una parte de la sociedad sunní entiende que su reciente cooperación con los norteamericanos debe extenderse a la reconsideración del pasado de los suyos. Pero no es así en ciertos casos.

Washington ha conseguido una baja notabilísima de la violencia y, más importante, el aislamiento táctico de al-Qaeda comprando -es literal: se paga un salario de quinientos dólares mensuales- a los soldados sunníes pasados de la insurgencia a las filas americanas. Son los llamados Grupos del Despertar, que han encuadrado nada menos que a ochenta mil de ellos bajo la autoridad de sus líderes tribales.

Pero el veinte por ciento de los iraquíes sunníes exigen más que la posibilidad de volver a la administración o la liberación de muchos de los suyos, detenidos y sin juicio. Quieren el (prometido) retoque constitucional y la cancelación de todo plan federal que amenace la integridad territorial del país mientras crecen las deserciones y la decepción crece. De esta preocupación se hacía eco el The Washington Post el jueves.