MUY FUERTE. Juanjo Bezares volvió al equipo hecho un todoterreno; en la imagen, el de Guadiario pelea con el ex xerecista Katxorro.
EL SEGUIMIENTO

Amigo de la soledad

Juanjo Bezares regresó al equipo y demostró estar más cómodo cuando es el único pivote defensivo en la medular

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Bezares regresó al césped, el lugar donde se encuentra más cómodo. Hizo patente lo que se puede observar un día cualquiera en El Rosal. Que se encuentra en un excelente estado de forma. Más delgado, más fuerte, y con una resistencia superior a la de estos últimos años.

Calderón lo escogió como sustituto de Fleurquin, y habrá que ver si la actuación de Córdoba le reporta la continuidad deseada o se queda en un simple paréntesis. De todas formas, la lesión de Rivas le abre las puertas de la titularidad el próximo domingo ante el Castellón.

Lo cierto es que el linense rayó a un buen nivel, en ningún momento se notó la inactividad y acabó pateándose el terreno de juego de arriba a abajo. Además, demostró que se encuentra mucho más cómodo cuando se junta en la medular con un centrocampista de carácter ofensivo. Ahí, su figura se crece. Se libera de cualquier obligación creativa y se limita a cortar y entregar balones, la especialidad de la casa.

Comenzó de pareja con Diego Rivas, y el manchego le eclipsa, enviándole a un segundo plano. Rivas manejaba perfectamente los tempos del choque, y Bezares se notaba perdido.

Pero el de Ciudad Real recayó de su lesión en los isquiotibiales, y Calderón optó por alinear a Parri. El de Guadiaro se convirtió en su mejor escudero, algo que el levantino no fue capaz de aprovechar.

La fuerza de Bezares empezó a imponerse en la zona ancha, y su figura se fue expandiendo. Con el paso de los minutos, se animó con alguna internada por el centro, pero le falta esa confianza para finalizar las jugadas. Eso le lleva a perder balones, que no por ser lejanos dejan de ser peligrosos.

Juanjo Bezares tiene varias jornadas por delante para demostrar que ha madurado y que ya no sólo es fuerza, sino también cerebro. Aunque para ello debe aceptar esa vida en pareja. Está condenado a entenderse.