Saad Hariri, con un brazo en el pecho, observa la multitudinaria manifestación de homenaje a su padre asesinado. / REUTERS
MUNDO

Israel se blinda por miedo a ataques de Hezbolá tras la muerte de su jefe militar

Tel Aviv niega ahora toda vinculación, aunque ya intentó asesinar a Mughniya

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La capital libanesa fue escenario ayer de dos imponentes manifestaciones de duelo, con cientos de miles de participantes, en dos barrios distintos de Beirut, en la que la mayoría parlamentaria y la oposición mostraron su poder de convocatoria y escenificaron el momento de extrema tensión que vive el país árabe. Sin embargo, el gran despliegue policial consiguió que en ningún momento coincidieron los prosirios que lloraban al líder de Hezbolá Imad Mughniya, asesinado en la noche del martes con un coche bomba en Damasco, con los que conmemoraban el tercer aniversario del también desaparecido en un atentado, el ex primer ministro Rafic Hariri.

Pero mientras eso sucedía en Líbano, las alarmas se encendían en Israel, cuyo Gobierno ordenó a sus delegaciones internacionales incrementar la seguridad ante posibles ataques de la guerrilla chií. Tel Aviv teme que sus embajadas, la aerolínea El Al, las comunidades judías en el extranjero o los turistas hebreos sean blanco de una acción terrorista como venganza por el asesinato de Mughniya, del que Hezbolá culpa a los israelíes.

La oficina del primer ministro, Ehud Olmert, se apresuró a remitir un comunicado en el que advertía de que «Hezbolá acusa a Israel una y otra vez de la muerte de Mughniya y por esta razón, aumenta el peligro de que lleve a cabo acciones armadas contra objetivos hebreos». Y aunque Olmert niega categóricamente cualquier vinculación con el atentado, el secretario general de la guerrilla, Hasan Nasrallah, señaló ayer que Israel es el culpable y que su organización está lista para una guerra abierta contra los «sionistas».

Mughniya fue el segundo miembro de Hezbolá en ser asesinado, después de que el anterior secretario general, Abbas Mussawi, pereciese en un ataque israelí a su helicóptero en Líbano. Era buscado por EE UU e Israel por ser el responsable de atentados en la Embajada estadounidense en Beirut y en la sede de la comunidad judía en Buenos Aires. El Mosad (los servicios secretos israelíes) también intentaron acabar con Mughniya, en una acción fallida en el que perdió la vida su hermano.

Mensaje claro a Siria

La muerte del jefe militar de Hezbolá y sus consecuencias fueron analizadas ayer por expertos y politólogos. En el diario Yediot Aharonot, el de mayor circulación, Moshe Marzuk, coronel retirado del Ejército e investigador del Centro para el estudio del terrorismo en el instituto de Herzliya, indicaba que «el momento, el lugar y la forma en que Mughniya fue asesinado envían un mensaje claro a Siria, un país que ayuda a varias organizaciones terroristas como Hezbolá a cometer atentados en países como Jordania, Irak e Israel».

De acuerdo con Marzuk, sectores de la población israelí consideran que si fueron fuerzas hebreas las que actuaron en Damasco, pueden hacer lo mismo en cualquier lugar contra aquellos que consideran peligrosos para la seguridad del Estado judío o con los que tienen cuentas pendientes.

Danny Rothschild, director del Consejo para la Paz y la Seguridad, expresó al mismo diario que el asesinato de Mughniya provocará ataques terroristas de dos categorías. «Los de menor escala serán perpetrados lo más pronto posible por integrantes del Hezbolá, pero los de mayor envergadura necesitarán de más tiempo y serán cometidos fuera de Israel».

El reconocido columnista Nahum Barnea manifestó que el comandante del Ejército Gabi Askhenazi no descarta una nueva y próxima confrontación bélica como consecuencia del asesinato. Por esta razón, Askhenazi ordenó a las tropas tomar las precauciones necesarias por aire, tierra y mar para proteger la frontera israelo-libanesa, los territorios palestinos y otros puntos del país.

La ministra de Exteriores, Tzipi Livni, dijo, por su parte, que Israel puede enfrentarse a las amenazas de Hezbolá, algo de lo que la opinión pública no parece estar del todo convencida. Y menos después del informe final que la Comisión Winograd publicó el 30 de enero después de analizar la guerra de Líbano de 2006 y en el que se concluía que la confrontación con la organización liderada por Nasrallah fue «un fracaso» para el Ejército más fuerte de Oriente Próximo.