Imad Mughniya. / AFP
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El asesinato del 'número dos' de Hezbolá eleva la tensión en Líbano

EE UU ofrecía 18 millones de euros por la captura de Imad Mughniya, que pereció al explotar un coche bomba en la capital siria

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La cabeza de Imad Mughniya tenía el mismo precio que la de Bin Laden: 18 millones de euros, según la cotización que le adjudicó el FBI en 2001, cuando le incluyó en la lista de los 22 terroristas más buscados por Estados Unidos. Y ayer fue precisamente este país, a través del portavoz del departamento de Estado, Sean McCormack, el que se felicitó públicamente por el asesinato en Damasco del que fuera comandante de la red de seguridad de Hezbolá durante la guerra civil de Líbano y en la actualidad jefe del aparato militar del Partido de Dios. El número dos, sólo por detrás del líder supremo Hasan Nasrallah.

«El mundo es un lugar mejor sin él, era un asesino a sangre fría. Se ha hecho justicia», proclamaba ayer la Administración norteamericana, sin animo alguno de esconder su satisfacción por el fin del hombre que a punto estuvieron de apresar en los 90, aunque entonces Kuwait se negó a extraditarlo. El mismo que el Mossad israelí intentó liquidar también en esa década, aunque un error de cálculo hizo que el explosivo llamado a reventar en el sur de Líbano a Hach Radwan -uno de sus cuatro nombres de guerra- se llevara por delante a su hermano, dueño de una tienda de coches.

Imad Mughniya, considerado el cerebro de las mayores operaciones terroristas perpetradas contra Estados Unidos y contra Israel en los últimos 25 años, moría la noche del martes víctima de la explosión de un coche bomba en el céntrico barrio damasceno de Kafar Soussa, aunque otras fuentes señalan que la carga se encontraba dentro de su mismo vehículo.

Su fallecimiento sacudía los cimientos de Hezbolá, que, a través de un comunicado emitido por su canal de televisión, Al Manar, apuntó sin contemplaciones a la autoría del Estado judío. «Con orgullo, lamentamos la muerte de un gran líder de la resistencia islámica tras una larga vida de yihad, que cayó como un mártir a manos de los sionistas israelíes», decía la declaración oficial del partido chií, uno de cuyos diputados, Ismail Sukeyir, anunciaba ayer la celebración inmediata de un cónclave para decidir una respuesta. «Hezbolá tiene el derecho de vengarse en cualquier parte del mundo y de cualquier modo», amenazaba. «Ojo por ojo, un hombre por un hombre, un líder por un líder», secundaría más tarde un prominente religioso libanés vinculado a la organización, Sheik Afif Nablusi.

Las acusaciones contra Israel fueron difundidas también por Irán. «Es un ejemplo del terrorismo de Estado que practica la entidad sionista», condenaba el portavoz de Exteriores, Mohammed Ali Hoseini. Mientras, el Gobierno de Tel Aviv negaba ayer cualquier responsabilidad también vía comunicado oficial, en el que aseguraba haber tenido «conocimiento por primera vez de los detalles (sobre la muerte de Mughniya) en la prensa, hace tan solo unas horas».

Homenaje a Hariri

El asesinato elevaba ayer el nivel de alerta en Beirut, que hoy acogerá los funerales de Mughniya coincidiendo con la manifestación, considerada de alto riesgo, por el tercer aniversario de la muerte del ex primer ministro, Rafic Hariri. Israel ha reforzado militarmente sus fronteras, líneas aéreas, embajadas y sus instituciones en todo el mundo. Siria, en cuya capital se perpetró el atentado, guardó un hermético silencio oficial.

El dirigente de Hezbolá, de 45 años, era conocido como el hombre invisible -nunca apareció en una rueda de prensa y hasta los rasgos de su cara eran un misterio- y fue uno de los líderes chiíes más escurridizos del movimiento libanés durante décadas. Se cree que se había sometido a varias operaciones de cirugía estética para evitar ser reconocido y utilizaba al menos cuatro identidades distintas en otros tantos pasaportes.Vivía en la clandestinidad desde los años ochenta y la última aparición pública que se le recuerda fue en 1994.