ABANDONO. Spielberg cuando colaboraba como asesor artístico con los Juegos Olímpicos. / REUTERS
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Spielberg deja los Juegos

El cineasta abandona el cargo de asesor de Pekín'08 por la pasividad del Gobierno chino ante los crímenes de Darfur

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Ni más rápido, ni más lejos, ni más fuerte. Steven Spielberg ha dicho basta y abandona su sueño olímpico por la pasividad del Gobierno chino ante la pesadilla que viven millones de personas en la región sudanesa de Darfur. «En este punto, mi tiempo y energía no deben ser destinados a la ceremonia de las Olimpiadas, sino en intentar poner fin a los atroces crímenes contra la humanidad que se siguen cometiendo en Darfur», comentó el cineasta el martes por la tarde en Washington.

El director, nacido en 1946 en Cincinnatti, venía colaborando con el comité organizador de los Juegos Olímpicos de Pekín'08 en calidad de asesor artístico, pero las relaciones comerciales y de amistad de las autoridades del gigante asiático con sus homólogos del país más grande de África -al que compran petróleo y venden armas- le han creado un problema ético al afamado realizador que, finalmente, ha renunciado a trabajar en el diseño de la ceremonia inaugural de los Juegos, prevista para el próximo 8 de agosto.

«Mi conciencia no me permite continuar», explicó el director de La lista de Schindler, Salvar al soldado Ryan y Munich, donde aborda el atentado contra los atletas israelíes en las Olimpiadas de 1972. «El Gobierno de Sudán carga el grueso de la responsabilidad por estos crímenes en desarrollo, pero la comunidad internacional, y particularmente China, debería hacer más para poner fin al prolongado sufrimiento humano», añadió.

Ausencias

No es la primera personalidad que le da la espalda a las Olimpiadas chinas ante el inmovilismo del régimen pequinés. Hace unas semanas, el príncipe Carlos de Inglaterra comunicaba que no acudiría a ese festejo a través de una carta de su subsecretario privado, Clive Alderton, dirigida a la organización Tibet Libre, radicada en Londres.

Y es que, a pesar de los intentos de las autoridades chinas para no mezclar deporte y política, las incesantes acusaciones al Gobierno chino por las violaciones de los derechos humanos se han extendido de manera irrefrenable. Pocos se atreven a dudar de que China está organizando los que serán los mejores juegos olímpicos de la historia: algunos de los estadios son ejemplos modernos de arquitectura faraónica. El régimen comunista está empeñado en abrirse al mundo, pero no está dispuesto a escuchar los mensajes que le llegan.

Pekín no sólo apoya al Gobierno de Jartúm, también a la junta militar de Birmania y son conocidos sus problemas con Taiwán y el Tibet, por no hablar de las miles de personas ejecutadas en las cárceles de ese país.