Editorial

Romper el círculo

La sucesión de datos negativos como el repunte del paro, el agotamiento del que da muestras el sector inmobiliario, la reducción del poder adquisitivo por efecto de la elevada inflación o, en menor medida, la volatilidad de las Bolsas están haciendo mella en las expectativas más inmediatas de la ciudadanía. Así lo demuestran no sólo las estadísticas del Instituto de Crédito Oficial, que constatan cómo la confianza de los consumidores se ha resentido por noveno mes consecutivo hasta situarse en su nivel más bajo desde finales de 2004. Otros indicadores homologables como los del CI2S o las Cámaras de Comercio coinciden en que la percepción social sobre la adecuada evolución de la economía se ha ensombrecido ante las incertidumbres derivadas del cambio de ciclo.

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La extensión de la desconfianza y el pesimismo resulta especialmente preocupante no sólo porque refleje las consecuencias que está provocando el retraimiento de la actividad económica, sino de forma singular porque retroalimenta los datos adversos amplificando sus efectos e, incluso, anticipándolos en un perverso círculo vicioso. Entre el conjunto de factores que han agravado en los últimos meses las expectativas menos favorables es posiblemente la inflación el que está ejerciendo un mayor impacto real y psicológico sobre las economías domésticas, lo que ha de llevar al Gobierno a esmerarse en su estrategia para tratar de controlar los precios. El repunte que han sufrido en un corto período los alimentos básicos y la energía, duplicando un IPC situado ya en el 4,2%, repercute sobre todo en las rentas medias, las más sensibles ante los primeros síntomas de cambio en las perspectivas de crecimiento y las que primero optan por contener el gasto reduciendo con ello el necesario empuje del consumo interno.

Aunque el Ejecutivo encuentre justificaciones comprensibles, como la subida del petróleo, para seguir atribuyendo las tensiones inflacionistas a causas exógenas, no puede eludir su responsabilidad en la imprevisión de las consecuencias que iba a acarrear para la cesta de la compra la escasez de cosechas o la reducción del ganado dedicado a la producción láctea.

La desconfianza instalada entre los consumidores obliga a los responsables económicos a incidir en su compromiso antiinflacionista, aunque ese objetivo pueda conllevar un enfriamiento en las previsiones de crecimiento.