TRIBUNA

Juan de Dios Molina, un alcalde postergado en la memoria de los gaditanos

Hace setenta años, en plena Contienda Civil, la ciudad de Cádiz sufre la falta de alimentos, medicamentos, trabajo, libertad, vivienda, más una fuerte represión considerándose este periodo de la historia local de Cádiz uno de los más espantosos y difíciles del siglo XX. Todo estos imponderables hacen que la oligarquía gaditana no quiera hacerse con el bastón de mando del Ayuntamiento de Cádiz, más preocupada en mantener su status quo que en la búsqueda del bien común del conjunto de la sociedad. En este contexto espacio-temporal se va implantando un sistema administrativo de orden jerárquico y centralista, donde los ayuntamientos van a ser los únicos entes públicos que van a gozar de un cierto grado de libertad en su gestión. El Alcalde Grande, Ramón de Carranza, está en estos momentos gravemente enfermo, obligándole su débil estado de salud a presentar su dimisión como máximo dirigente de la Casa Consistorial de Cádiz. Una semana más tarde, el señor Pedro Ogalla desempeña de forma provisional este cargo municipal con la idea de encontrar lo más rápidamente posible una persona capaz de llevar a cabo la labor de la alcaldía y a la vez representar todos los valores de la España Nacional; no siendo necesario para su elección escuchar la voz del pueblo como sucedía en la II República. Así, el 2 de Agosto de 1937, es nombrado de manera obligada al no querer nadie en estas circunstancias tan difíciles el sillón de la Casa Consistorial -a la edad de 40 años-, el ingeniero, Juan de Dios Molina, director de los Servicios Municipalizados del Ayuntamiento. Sus primeras palabras públicas son reivindicar su máxima atención a la urbanización, la escolaridad y la beneficencia, ocupando dicho cargo hasta el 29 de mayo de 1940. La falta de experiencia gubernativa, más la animadversión por la vida política es suplida por el señor Molina, con su preparación técnica junto al conocimiento directo de la realidad gaditana gracias al desempeño de su profesión laboral de director de SMAE. A priori, uno puede pensar según su elección, que el nuevo jefe del Gobierno Local va a ejecutar una administración exclusivamente orientada hacia las clases dominantes, dejando fuera de su ámbito de competencia al resto de la población. Un análisis exhaustivo y objetivo de los años 1937 a 1940, permite observar que todas las acciones municipales emprendidas durante estos años por Molina, tienen como objetivo principal el conseguir un progreso igualitario y armonizado para todas las capas sociales de la ciudad, especialmente para las clases obreras. De ahí, su interés por ejecutar obras municipales que absorban la mano de obra inactiva, edificar casas dignas para que nadie viva en condiciones infrahumanas, evitar la inmigración de capital dinerario de Cádiz para fomentar el comercio y la industria en la ciudad y la edificación y rehabilitación de escuelas (El Campo del Sur, La Salle Mirandilla, La Salle Viña, Santa Teresa, Arbolí,..). La enseñanza va a ser una de sus máximas preocupaciones ya que a través de ella es posible fomentar una sociedad basada en el conocimiento donde todos los individuos tengan las mismas oportunidades. Tal pensamiento no es de extrañar teniendo en cuenta que residió en la residencia de estudiantes de Libre Enseñanza durante su vida universitaria en Madrid. La llegada de Juan de Dios Molina al Ayuntamiento de Cádiz supone una bocanada de aire fresco en la política municipal, en una época bastante gris de la Historia de Cádiz, como es la Guerra Civil, al aplicar criterios técnicos, prevaleciendo por encima de los demás; de ahí que se rodee siempre de gestores con gran prestigio profesional como son los señores Pérez y Díaz de Velasco, Martínez del Cerro y Conte Lacave. Según la forma de hacer política por parte de este personaje, se le puede encuadrar como un alcalde tecnócrata. Se da también en su persona la circunstancia de ser por un lado el único alcalde ingeniero industrial de Cádiz, no sólo de la dictadura franquista sino en todo el siglo XX. Y en ser tras el alzamiento del 18 de Julio de 1936 -no en orden cronológico pero sí en cuanto a gestión municipal-, el primer regidor franquista.

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De esta afirmación se fundamenta, por un lado y al tomar el parámetro tiempo, la permanencia en el cargo. Se detecta que sus antecesores (Aranda y Carranza) no están entre los dos ni un año en dicho puesto público y tal circunstancia hace muy dificultoso -por consiguiente-, analizar objetivamente la gestión municipal desde una perspectiva puramente histórica y económica, al quedar sólo su administración al frente del municipio en su etapa inicial, no sabiendo, por tanto, si su modelo de gobierno hubiera sido ó no fructífero para la ciudad de Cádiz. Para más información consultar la próxima Revista de la Asociación Cultural Ubi Sunt?