Cultura

Segundas malas partes

Javier Fesser tiene que estar contento. La segunda parte de Mortadelo y Filemón, con diferente producción y equipo técnico detrás, se aleja mucho creativamente de su película. El trabajo de Miguel Bardem, director de la secuela, engrandece los hallazgos del director de El milagro de P. Tinto, que ya chupó lo suyo de la innovación estética de Jeunet y Caro en la deliciosa Delicatessen. En la primera aventura sobresalían los gags visuales, la imagen pop cañí y un catálogo de actores a cual más freak.

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Todo esto se pierde en esta casposa segunda entrega, que se queda con la parte más superficial del filme primigenio y apuesta por un humor tontorrón, aquejado de un infantilismo galopante. Busca la taquilla pretendiendo exprimir una fórmula sin acordarse de lo que verdaderamente importa: el espíritu. El surrealismo de Fesser, su ritmo frenético, se pierde en manos de Bardem, que debería habérselo requetepensado antes de aceptar tan difícil encargo.

Sosainas

Destaca la entrega de Pepe Viyuela, maravillosamente histriónico Filemón, por encima de un Mortadelo decepcionante, encarnado por Edu Soto, alias el Neng, quien, contra todo pronóstico, se marca un personaje tan sosainas que uno echa de menos al entrañable Benito Pocino. La historia, desmadejada, va de un villano psicópata que decide desertizar el planeta para que todo el mundo beba única y exclusivamente su invento: la Botijola. Sabe a rayos, por supuesto.