CÁDIZ. La niebla y el mar juegan a crear escenarios oníricos como la de la fotografía.
Cultura

Geografía líquida

José Manuel Vera Borja presenta un intenso recorrido fotográfico por la provincia a través de su 'ruta del agua'

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En las fotografías de José Manuel Vera Borja hay torrentes y eriales, páramos, arroyos, riberas y dunas. Los paisajes de Guada, Memoria del agua, la muestra que puede visitarse desde hoy mismo en el Palacio de Exposiciones del claustro de la Diputación, se significan, siempre, en torno al líquido elemento, ya sea por su afluencia esencial o por su temible escasez. El agua determina la geografía de la vida, dibuja en la piel de la tierra surcos, lechos y cauces; deja un rastro de desolación y de muerte cuando no mana ni fluye por los campos.

El trabajo de Vera Borja incide en el papel del agua como principio imprescindible sobre el que se sustenta la supervivencia, pero lo hace de una forma indiscutiblemente hermosa, que aúna la vocación emotiva con la reflexiva, y de la que resulta un apasionado ejercicio estético al servicio de un encomiable empeño colectivo.

La idea de evocar la relación del agua con el paisaje y el paisanaje de la provincia se desarrolla a partir de una senda extraordinaria. El autor recorre Cádiz desde la Sierra a la Bahía. Arroja sobre las vaguadas y campiñas su mirada creadora y cultiva su propia ruta: un itinerario de fuentes, nacimientos, caudales y riachuelos que aloja, en su tramo final, a playas infinitas, deltas y estuarios.

Capacidad de asombro

«Soy un privilegiado. He visto más allá de las puertas de la percepción de la mayoría», apuntaba ayer el autor, emulando al replicante de Blade Runner. «Quien haya entrado hasta el origen exacto del río Guadarranque, caminando solo en la espesura de un bosque casi tropical para descubrir un cauce perfecto de agua turquesa; quien haya bebido de esa luz, que levante la mano», bromeó Vera Borja, que definió este año y medio de singular exploración de la geografía líquida de Cádiz como «una experiencia casi mística».

La atracción del objeto era tal que Juan Carlos González-Santiago, comisario de la exposición y responsable de la producción del trabajo, reconoció que fuera de la «estricta selección final de 60» habían quedado miles de «muy buenas» fotografías. «Ha sido duro -apuntaba Vera Borja-, pero cuando Juan Carlos saca a pasear la tijera...». El autor aprovechó la ocasión para animar a todos los gaditanos a eludir las visiones más tópicas y recurrentes de su propia tierra y «buscar la sensaciones mágicas que esconde lo desconocido».

Aún así, de las paredes del claustro cuelga el espectáculo absoluto de la llegada del temporal al puerto de Las Palomas, la extraña visión de Sancti Petri desde el cedazo de un búnker, la emoción bruja del boscaje cerrado en un tramo de la Vía Verde, la luna espejando sobre la laguna desecada de La Janda o el fondo yermo de un pantano. dperez@lavozdigital.es