ANÁLISIS

¿Crisis o parón?

Reconozco que cada vez me resulta más difícil entender y justificar a nuestros políticos. Los unos quieren hacernos creer que vamos camino de la ruina más absoluta y los otros pronostican que la situación económica pinta color de rosa. El problema es que, una vez gastado hasta el último euro en las rebajas, nos enfrentamos a la interminable cuesta de enero-febrero, con unos productos básicos cuyos precios no paran de subir y unas hipotecas que están por las nubes.

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Por no hablar del precio del barril de petróleo, que amenaza este 2008 con llegar a la media más alta de la historia. También está el reciente ataque de pánico en los mercados de valores mundiales.

Y la posterior reacción positiva de las bolsas tras el recorte de tipos de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Así las cosas y ante esta situación, la cuestión es quién es el valiente que adquiere o cambia de coche. Máxime si tenemos en cuenta que las familias españolas están más preocupadas por ajustarse el cinturón que por realizar compras relevantes, como es la adquisición de un automóvil (la segunda inversión más importante que realizan los ciudadanos después de la vivienda).

No olvidemos que de cada diez coches que se venden, ocho son adquiridos a plazos. De ahí que el vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, trate de tranquilizar los ánimos asegurando que tanto la economía europea como la española están preparadas para lo que venga. Claro que también está la opinión de Manuel Pizarro -número 2 de la lista del PP al Congreso de los Diputados por Madrid-, que considera que la fiesta está acabada y ahora vivimos tiempos de resaca. Algo que, por desgracia, no ayuda en nada al mercado del automóvil.