Una gran cantidad de palestinos cruzan la frontera con Egipto cerca del paso de Rafah por una parte de la valla fronteriza destruida con explosivos por los milicianos. / AP
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El hambre de Gaza invade Egipto

Cientos de miles de palestinos cruzan la frontera en busca de comida después de que un comando dinamitara durante la madrugada el vallado del paso de Rafah

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Los primeros centenares de palestinos que cruzaron todavía de noche a Egipto lo hicieron empujados por el hambre, entre oraciones, llantos de desesperación y el miedo a que la Policía les echara a patadas. Huían despavoridos de la miseria, quizá para no volver nunca más a Gaza. Los cientos de miles que les siguieron a lo largo de todo el día entraban y salían de la Franja ya sin prisas. Algunos tardaron diez horas en recorrer a pie los 45 kilómetros que separan su tierra de Al-Arish, la primera localidad egipcia de la zona. Trayéndose consigo todo cuanto pudieron pagar, en un desfile surrealista y festivo de carros con ovejas vivas, pollos, televisores, ruedas de coche, bolsas de ajos, cajas con jabón de lavadora, latas de refresco...

Todo a precio de saldo comparado con la inflación exorbitante provocada por el bloqueo israelí. Adquirido en el mercado convertido en feria de la aldea, junto a motos de segunda mano de buen ver, sacos de cemento y gasolina imposibles de encontrar en Gaza. Gominolas, vestidos. Lo más parecido a la libertad. «Llevaba seis meses sin beber una Coca-Cola. En Gaza su precio se ha multiplicado por diez», contaba Mohamed mientras terminaba una bolsa de patatas fritas.

«Sólo he podido comprar veinte paquetes de tabaco con los cuarenta shekels que tenía, los venderé por cuatrocientos y con eso daré de comer a mis once hijos», explicaba Mahmud Madi, de 60 años. «Pero digan que hoy los palestinos dimos una lección a los países árabes y al mundo, que sabemos buscarnos nuestra libertad y hoy hemos sido libres». «No me han dejado salir de Gaza en ocho años. Habría ido a Egipto en este día aunque sólo fuera para respirar otro aire que no sea el de esta cárcel», añadía.

La estampida humana hacia el paso fronterizo de Rafah se desataba al amanecer, cuando por toda la Franja se difundió la noticia de que diecisiete explosiones detonadas por milicianos enmascarados habían derribado a las dos de la madrugada buena parte del telón de acero que separa Gaza de Egipto. Sellado por orden de Israel siete meses atrás. A diferencia del martes, cuando la Policía egipcia repelió con palos y chorros de agua fría a un millar de palestinos que intentaron forzar la valla, los agentes esta vez acompañaban a las gentes en su tránsito entre los hierros retorcidos hacia el vecino país del sur.

Eran órdenes de Hosni Mubarak. El presidente egipcio reconocía por la mañana haber instruido él mismo a las Fuerzas de Seguridad para que permitieran el ingreso pacífico y temporal de los habitantes de Gaza en su territorio. «He dicho que les dejen pasar siempre que no lleven armas. Para que coman, compren y que luego les permitan volver a sus casas», decía desde El Cairo.

La resolución de Mubarak en este gesto de solidaridad provocaba la amonestación oficial de Israel, que a través del ministro de Exteriores, Silvan Shalom, instaba a Egipto a «resolver el problema» como «responsable de que la frontera». «Que opere adecuadamente, según lo firmado». «Es un problema entre Egipto y los palestinos», insistía distante el presidente hebreo, Simon Peres.

Pero en voz baja, Israel esparcía el miedo. «Este flujo sin supervisión de palestinos al otro lado es un riesgo de primera magnitud. Cada vez que los civiles cruzan, está claro que hay terroristas entre ellos y debemos hacer algo», declaraban fuentes no identificadas del Ejército a los periódicos judíos. Fue un mensaje luego recogido por Estados Unidos, que comunicó al embajador de El Cairo en Washington su «preocupación» por que se garantice que Rafah «no sea usado para el contrabando de bienes y armas».

«Victoria» de Hamas

Desde sus cuarteles en Gaza, Hamas contemplaba con deleite el golpe de efecto como el «día de la victoria sobre el boicot». Negaron estar involucrados en la voladura de la frontera, pero -indicaba su portavoz, Sami Abú Zuhri- tampoco pudieron «evitar su bombardeo». El jefe del movimiento, el depuesto primer ministro Ismail Hanniya, aprovechaba para pedir una entrevista en Egipto con Mubarak y el presidente palestino, Mahmud Abbas, para convenir una solución sobre la apertura del paso de Rafah.

Con mucha más violencia, el líder supremo de Hamas, Jaled Meshal, urgía ayer a la Liga Árabe a lograr «sin excusas» que el control del cruce -legalmente bajo responsabilidad de la Autoridad Nacional Palestina, expulsada de Gaza en el pasado mes de junio-, regrese a esas manos y a las de Egipto, sin más injerencia de Israel, que de facto domina el paso y decidió clausurarlo.