GESTORES. Rodrigo Rato trabajará en el banco Lazard y asesorará al Santander, mientras Aznar se sienta en el consejo de News Corporation.
Economia

Políticos en la jungla empresarial

Las grandes compañías recurren al fichaje de ex altos cargos de la política con el objetivo de ampliar sus campos de influencia

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En las últimas semanas se han producido algunos movimientos cruzados entre el mundo de la política y el de la empresa. Así, un gestor de éxito, con una reluciente trayectoria como intermediario financiero y patrón del sector eléctrico, Manuel Pizarro, acaba de hacer público su salto a la arena política. Mientras, el ex vicepresidente económico del último Gobierno del PP, Rodrigo Rato, consumaba su fichaje como asesor para asuntos internacionales del Banco Santander. Una misión que complementará su actividad principal, también en el mundo privado y ya anunciada el pasado diciembre, de incorporarse al área de banca de inversión de la norteamericana Lazard. Un doble fichaje por el que Rato obtendrá anualmente unos ingresos de 3,2 millones de euros.

A diferencia de EE UU, donde es habitual que los hombres de fortuna sientan la tentación de dedicar unos años de su vida a la Administración, en España los ratos son mucho más habituales que los pizarros. «Las empresas privadas -sostiene un ex alto cargo de la Administración española, ahora en la esfera empresarial- tienen siempre la tentación de fichar a los que han ostentado las máximas responsabilidades, en especial ministros, para que actúen como 'abre puertas'». Es lo que en EE UU se llama lobby y que en España todavía se define con el contundente atributo de tráfico de influencias.

Rodrigo Rato no ha hecho sino seguir los pasos de una larga lista de políticos reconvertidos, con agrado o con disgusto según los casos, en gestores o asesores de empresas privadas. El propio José María Aznar entró en esta misma rueda al fichar a mediados de 2006 como miembro del consejo de administración de News Coporation, el conglomerado de medios de comunicación y empresas de entretenimiento del magnate Rupert Murdoch. Desde que abandonó el Gobierno y hasta esa misma fecha, había trabajado ya para Murdoch como asesor.

Una vieja tradición

El ex presidente facturaba sus honorarios a través de una sociedad mercantil, Famaztella -Familia Aznar Botella SL-, cuya contabilidad reflejaba una actividad floreciente. En el año 2005 la sociedad declaró unos ingresos de 644.000 euros y en 2006 la cifra se redujo un poco, hasta los 411.000. El ex presidente socialista Felipe González, aunque con un tono mucho más discreto, también actúa como asesor de algunos empresarios latinoamericanos. El más conocido es el mexicano Carlos Slim, considerado como una de las primeras fortunas del mundo.

Latinoamérica ha sido, precisamente, el punto de destino de muchos de los trabajos de asesoramiento protagonizados por ex políticos españoles. En estos países en los que a practicar el lobby en el entorno de la Administración le llaman cabildeo, dos ex ministros españoles del área económica, el socialista Carlos Solchaga y el popular Cristóbal Montoro, han encontrado un caldo de cultivo abonado para los negocios.

En algunos casos, las empresas privadas recurren a personas que han ocupado altos cargos en la Administración para que actúen como auténticos parapetos al frente de los consejos de administración. Es el caso del ex ministro de la UCD Rafael Arias Salgado, ahora presidente de Carrefour en España; de Marcelino Oreja, ex ministro de Exteriores también con Adolfo Suárez, que acaba de jubilarse como presidente de la constructora FCC; de Martín Villa, que pasó de la presidencia de Endesa a la de Sogecable; de Miguel Boyer, que tras sus devaneos con los Albertos en Cartera Central se sentó en el sillón de máximo responsable de la Corporación Logística de Hidrocarburos, CLH y así un largo etc. Hay un denominador común en la mayor parte de los casos en los que una empresa ficha a un ex ministro: rara vez le confía la gestión de la cuenta de resultados o le otorga poderes ejecutivos.

Su papel suele ser meramente representativo para disimular, en la medida de lo posible, el papel de facilitador que se les confía. «Y suele ser siempre un error -asegura un ex alto cargo político- porque los partidos tratan muy mal a los ex y la capacidad de estos para abrir puertas suele ser muy limitada desde el día siguiente a abandonar el cargo».

La 'revolving door'

Pese a todo, con cada renovación de Gobierno se produce también el inicio de una rueda de colocaciones en puestos de relevancia. La presencia de Isabel Tocino en el consejo de administración del Banco Santander; la del ex lehendakari José Antonio Ardanza al frente de la operadora de telecomunicaciones Euskaltel o en el consejo de administración de Tubacex o del ex ministro de Industria Juan Manuel Eguiagaray en los consejos de Cap Gemini o EADS, responde con claridad a ese intento de ligar amablemente a las empresas con el poder político de cada momento. «De ellos -apunta un experto- no se esperan ingresos directos. De ellos se espera que sean capaces de hacer gestiones que, a medio plazo, permitan aflorar negocios».

Hay empresas que hacen auténticos equilibrios a la hora de nombrar a algunos consejeros. Como quien opta por poner una vela a Dios y otra al Diablo.

Al menos, esto es lo que se interpretó a mediados de diciembre cuando Telefónica anunció sus dos nuevas incorporaciones al consejo de administración: la del ex secretario de las juventudes socialistas, Javier de Paz y la de Manuel Pizarro, ahora candidato del Partido Popular por Madrid.

Pero, aseguran quienes conocen este mundillo, los ex políticos más felices suelen ser aquellos que llegan a gozar de lo que los americanos han bautizado como revolving door, la puerta giratoria. Quizá el caso más reciente de puerta giratoria lo ha protagonizado el ex secretario de Estado de Hacienda y ex ministro de Comercio con Aznar, Juan Costa, si bien no sea un buen ejemplo para hablar de felicidad. En uno de los giros, se ha dado con el marco de la puerta víctima del empujón propinado por otro que entraba como una exhalación: Manuel Pizarro. Con la derrota de los populares en marzo de 2004, Costa encontró un buen acomodo en Ernst & Young, que le nombró presidente para España.

Hace algunos meses, anunció su renuncia al cargo y a un salario de medio millón de euros anuales para volver a la arena política, esta vez como coordinador del programa del PP y, se suponía, como hombre fuerte para los asuntos económicos. De momento está ocupado en aplicarse hielo al chinchón de la cabeza, a la espera de decidir si ha llegado la hora de montarse de nuevo en la revolving door.