SOBRE LA BOCINA. Gastón Casas, como en Tarragona, dio dos puntos al Cádiz con un gol en el descuento. / FOTOS DE ÓSCAR CHAMORRO
Cádiz C.F.

Lenta justicia

Un gol de Gastón Casas en el descuento otorga al Cádiz una merecida victoria que le coloca a cuatro puntos del ascenso El equipo amarillo marró hasta siete ocasiones claras ante el Sevilla B

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La justicia fue lenta pero efectiva. Conclusión final. Ufff, por los pelos. Suspiro de cualquiera de los cientos de cadistas que sufrieron y disfrutaron con el triunfo de su Cádiz del alma. El equipo amarillo logró desquiciar a su afición en un duelo en el que generó hasta nueve claras ocasiones de gol y ganó sobre la bocina. Un minuto para pasar del fracaso de empatar ante un filial en inferioridad numérica al éxito de colocarse a tan sólo cuatro pasitos del ascenso. El fútbol cambia cada segundo, y el reloj satisfizo esta vez las expectativas gaditanas.

La mañana en Sevilla se presenta fría pero óptima para la práctica del balompié. A las doce del mediodía y con los erizos esperando en La Viña es difícil hacerse a la idea de que hay partido. Esto ocurre a los futbolistas, que saltan al Sánchez Pizjuán a verlas venir ante un Sevilla Atlético que mueve la pelota con primor pero al que le falta pegada. Los cachorros hispalenses tocan la bola y los amarillos resisten, con la esperanza de ir liberándose del dominio local con el paso de los minutos.

El disparo de Alfaro, que se marcha lamiendo el poste de Contreras, da pie al Cádiz para tomar las riendas de una vez e imponer su clara superioridad. Debido a la incapacidad constructiva del doble pivote, es Gustavo López quien ejerce de organizador, extremo y porque no puede de rematador. El argentino levanta los primeros gritos de admiración en la grada, y es el único peligro en un equipo donde a diez jugadores se le han pegado las sábanas.

Irregularidad

La defensa hispalense, muy blandita pese a los buenos precedentes, comienza a ceder ante las primeras acometidas amarillas. El bético Dani, personificación del encuentro (luces y sombras), cabecea un córner en el área pequeña y Varas se luce con su estirada. César, a bocajarro y a tres metros de puerta, estrella el rechace en el cuerpo de su compañero Enrique.

Ocasión clarísima, diáfana, de las pocas que se fallan durante la temporada pero de las muchas que se malogran en este duelo. De nuevo el de Triana hace sudar al meta sevillista con un tiro lejano que despeja con apuros. Parri emula al compañero y su trallazo se marcha rozando el larguero.

El gol parece el final del camino. El conjunto de Calderón domina insultantemente a su contrario, y Gustavo López deja en evidencia a quien se cruza en su camino. El zurdo argentino se marca una galopada que recuerda a sus años mozos, ejecuta un magnífico centro que Enrique controla pero, egoistamente, se la juega con un pésimo disparo que ataja Varas sin problemas. Increíble. Las pifias se suceden, y ahora es Parri quien ve como el intratable arquero le saca con el pie un derechazo raso y con intención.

El Sevilla Atlético camina noqueado pero lanza un golpe que hace temer las consecuencias de tanto despilfarro. Perotti, tras quebrar a Cristian con tres driblings majestuosos, conecta un centro con el que Alfaro hace tambalear la portería amarilla.

El remate a la cruceta da paso al descanso, que depara un nuevo periodo aún más emocionante que el anterior. Comienza con una acción decisiva. El Sevilla, incapaz de dar un pelotazo, comete un error en la cesión al guardameta que Gallardo intenta solucionar de la manera más kamikaze. Derribo a Dani, penalti clarísimo y expulsión (más polémica ya que el delantero no tiene el balón controlado). La fe del trianero deja en bandeja la ocasión para que Parri anote el primero tras engañar con maestría a Varas.

Pájara cadista

Toca disfrutar. Queda un rival tocado e inferior en número que desde el cuarto de hora ya está a merced. E inexplicablemente, sale ese Mr. Hyde que el Cádiz lleva dentro y que le impide cuajar un partido completo. Los pupilos de Calderón meten el trasero atrás y los jóvenes sevillistas espabilan. Mueven el cuero con asombrosa rapidez y Pablo Sánchez, desaparecido hasta ese momento, empieza a dejarse ver por la banda derecha. Los amarillos no pueden recuperar la pelota, debido a un Fleurquin extenuado que sólo sigue el juego con la mirada, y en estas llega el tanto de la igualada.

Magnífica jugada colectiva de los sevillanos, el balón llega a Pablo, lo cuelga y los centímetros de Juan Pablo pueden con la menuda estatura de Cristian.

Empate subsanable, con media hora por delante y con Casas y Fran como refuerzos desde el banquillo. A partir de ahí, se suceden una tras otra ocasiones falladas y pifias en las inmediaciones del área local. Dani estrella el balón en un defensa cuando ya no hay portero, Gustavo López manda a las nubes un buen centro de Enrique y de nuevo el trianero desespera a todos al no empujar un balón en boca de gol.

El duelo parece abocado al empate. La penosa puntería de los delanteros amarillos da al traste con un gran trabajo colectivo. El ascenso se escapa, el futuro se antoja negro como el betún y la guadaña está preparado.

Pero surge el nuevo salvador. El mismo de Tarragona, el callado de los goles ruidosos. Gastón Casas se interna en el área y envía a las mallas, que ansían este momento, el pase de la muerte de Dani, que se resarce con una excelente acción individual. Tres puntos más. Tres puntos menos de diferencia con el ascenso. Y todo en un minuto. Pues quedan 1980 más los de descuento. Toda una vida.