EXULTANTE. Obama celebra su victoria en Iowa con sus hijas y su esposa Michelle. / AP
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Obama acorrala a Hillary con su sueño del cambio

El candidato de Illinois barre en Iowa con el voto de los jóvenes La senadora necesita una gran reacción para lograr la nominación

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¿Puede un negro alcanzar la Casa Blanca? Iowa, un estado de la América profunda, con un 96% de blancos, ha respondido que sí a esa cruda pregunta que se hacían ayer los habitantes del país donde se fundó el Ku Klus Klan. Con Barack Obama llega el sueño de un nuevo Kennedy, capaz de devolver el lustre perdido a EE UU y sacar a relucir lo mejor del país.

«Dijeron que este día nunca llegaría, que habíamos mirado demasiado alto. Dijeron que este país estaba muy dividido y desilusionado. Pero en esta noche de enero, en este momento definitorio de la historia, habéis hecho lo que los cínicos dijeron que no podríais hacer», arengó el ganador de los 'caucus' celebrados el jueves ante más de 2.000 seguidores que escuchaban con lágrimas de emoción. «Somos una sola nación, un solo pueblo, y nuestro momento de cambio ha llegado».

Obama evocaba el sueño de Martin Luther King y ponía los pelos de punta, como hizo la principal figura mediática Oprah Winfrey hace un mes, en ese mismo escenario, cuando la segunda mujer más admirada de Estados Unidos dijo a 20.000 personas que él era el hombre al que habían estado esperando. Durante diez meses, el joven senador de 46 años ha estado retando al electorado a perder el miedo a soñar lo improbable y atreverse a votar con el corazón. El jueves, millares de personas que han hecho caso omiso a los políticos durante lustros respondieron en masa al llamado del hombre que promete «derrotar la política del miedo y la arrogancia» que reina en la Casa Blanca.

Entre los muchos que se hacían oír por primera vez en su vida -el 60%, según una encuesta de 'Des Moines Register'- se encontraba Barbara Clay, una anciana que a los 92 años acudió en silla de ruedas para estrenarse en un 'caucus', como el 72% de los que votaron por el senador negro. «¿Estoy deseando ver cómo alguien arregla el desastre de este país!», decía con un hilo de voz.

Cambio y esperanza

Su presencia demostraba que si bien Obama debe su victoria a su capacidad para evocar el idealismo de los jóvenes, su mensaje de cambio y esperanza ha calado en todas las generaciones. Una esperanza que, advierte «no es optimismo ciego, sino esa voz interior que nos dice que a pesar de todo podemos lograr lo que queremos si tenemos el valor de luchar por ello», recordó el abogado de Harvard en su discurso de la victoria.

El récord de participación que dobló la cifra de la campaña anterior y atrajo a las filas del Partido Demócrata a un 40% de los independientes desbancó a la que hasta hace poco fuera líder absoluta, la senadora Hillary Clinton. Su campaña había confiado en los que tradicionalmente participan en el proceso de los 'caucus', gente mayor de 55 años que suele cumplir con su promesa de acudir a las urnas y valora la experiencia del candidato. Pero esta vez los jóvenes, que a última hora suelen dejar colgado a su favorito, fueron a votar contra todo pronóstico.

Desde el hotel Fort Des Moines, donde pensaba celebrar la victoria, Hillary se dirigió a sus seguidores con la sonrisa puesta como si no hubiera pasado nada, tratando de apoderarse del mensaje del cambio que ha calado en los votantes de ambos partidos. Pero la foto de grupo explicaba por qué le cuesta tanto hacer creer al electorado que con ella llegará la anhelada transformación. Junto a la ex primera dama se encontraba su marido, Bill Clinton; la ex secretaria de Estado, Madeleine Albright; el antiguo comandante de la OTAN, Richard Clark, y toda la vieja guardia que gobernó en los noventa.

«Tuvimos ocho años de Bush, luego ocho años de Clinton y otros ocho de Bush. ¿Queremos seguir esa línea con otro Clinton?», anticipaba Mark Bernstein. Parece que no. El cambio que busca EE UU es hacia el futuro, no hacia el pasado. Toda su experiencia no compensa el hastío que siente el pueblo americano hacia la política de imperio en decadencia que se ha impuesto con George W. Bush.

A Hillary Clinton aún le queda la posibilidad de seguir el martes los pasos de su marido, que se ganó la etiqueta del 'comeback kid' tras remontar en New Hampshire. Pero mientras que Hillary se ha batido casa por casa dejándose en Iowa siete millones de dólares -casi cinco millones de euros- en anuncios de televisión, su marido eligió la estrategia de ignorar ese estado para concentrarse en las primarias de Nueva Inglaterra. Amén de que nadie extiende a su esposa la misma talla política.

«Candidato del pueblo»

Además, el batacazo ha sido sonado. No sólo su inexperto colega de Illinois le ha ganado por goleada (38% a 29%), sino que el descapitalizado John Edwards la superó (30%) dejándola en tercer puesto. El ex senador de Carolina del Norte, que ya quedó segundo en las elecciones anteriores, necesitaba más que eso para despegar, pero el hecho de que haya podido competir con dos candidatos que han recaudado más de 68 millones de euros cada uno y haya sido capaz de batir a la líder le da oxígeno para continuar en la batalla que ha de recorrer todo el país. Frente a los 5 y 6 millones que Clinton y Obama se han gastado en publicidad, Edwards sólo invirtió dos. «No soy el candidato del dinero ni del 'glamour', sino el candidato del pueblo, y prometo luchar por vosotros», dijo al celebrar los resultados.

Para los votantes, estas elecciones no han sido sobre el dinero, el color o la experiencia, sino sobre el mensaje de los aspirantes. Un mensaje de cambio que Obama y Edwards defienden con más legitimidad que la costilla de Bill Clinton, a quien sin embargo nadie se atreve a descartar todavía de la carrera electoral.