LUGAR SANTO. Oraciones de sus fieles ante su tumba. / AP
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Pakistán se levanta en lucha para despedir a Bhutto

Los seguidores de la ex primera ministra asesinada se niegan a aceptar la versión oficial que atribuye el crimen a Al-Qaeda y siembran las calles de barricadas

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Asif Alí Zardari y los tres hijos del matrimonio, Bilawal, de 19 años; Bakhtawar, de 17; y Aseefa, de 14, juntaron sus manos y rezaron por el eterno descanso de su esposa y madre, Benazir Bhutto. Fueron instantes, milésimas de segundo de silencio en un funeral que significó el último gran mitin de la líder del Partido Popular de Pakistán (PPP). Todo se asemejaba a su regreso a Karachi hace dos meses, tras un largo exilio, pero esta vez era un adiós para siempre. Se repetían el gentío, las banderas tricolores del partido y los gritos contra el Gobierno de Pervez Musharraf, pero en esta ocasión era una ambulancia blanca -no un autobús blindado- la que se abría paso entre una muchedumbre que desafío la alerta de posibles atentados para decir el adiós final a su carismática líder.

El recorrido fúnebre apenas tuvo que recorrer siete kilómetros, siete kilómetros plagados de seguidores que deseaban tocar el vehículo que transportaba los restos mortales. Envuelta con los colores rojo, verde y negro del PPP, el féretro recibió sepultura en el mausoleo que la familia tiene en el pueblecito de Garhi Khuda Bakhsh, próximo al lugar de donde proceden los Bhutto, el distrito de Larkana.

Un grito sordo

Gestos de dolor y un solo grito, sordo y acusador dirigido contra el presidente y George W. Bush. «¿Vergüenza para el asesino Musharraf! ¿Vergüenza para el asesino Estados Unidos!», fueron algunos de los eslóganes más repetidos por los simpatizantes del PPP, que se desplazaron en masa hasta el pueblo natal de Benazir Bhutto. No hubo destacada presencia de políticos, ni de líderes de otras formaciones. Fue el adiós de su gente, de nadie más. Y la organización fue instantánea. Se intentaron tomar las máximas medidas de seguridad ante el riesgo de un nuevo ataque, pero finalmente esta amenaza no se cumplió.

Mientras en el sur del país se lanzaban gritos acusadores contra Musharraf y la gente pedía una investigación justa del atentado, en la capital, Islamabad, el portavoz del Ministerio del Interior, Javed Cheema, ofrecía una rueda de prensa para confirmar que existen «pruebas irrefutables de que Al-Qaeda» es la autora del magnicidio. Se refería a unas supuestas llamadas interceptadas a Baitula Mesud, uno de los líderes talibanes más buscados en Pakistán. Cheema aseguró que en el mensaje interceptado, Mesud felicita a sus guerrilleros por haber llevado a cabo con éxito el atentado. El portavoz gubernamental también quiso adelantar que son también los hombres de Mehsud los responsables del ataque que costó la vida a 139 personas en Karachi en la fiesta de bienvenida de la ex primera ministra.

Sospechas

Pero nadie en el funeral gritó contra Al-Qaeda, ni contra el terrorismo. Un detalle que siempre sorprende a muchos analistas internacionales, no a los paquistaníes. Las sospechas de los seguidores del PPP están más orientadas a la posible intervención de los servicios de inteligencia en los atentados contra su líder.

El portavoz de Interior también hizo oficial una nueva versión sobre la muerte de Bhutto. «Se golpeó contra el techo corredizo del coche tras perder el equilibrio después de la explosión, cuando se encontraba asomada por lo alto del vehículo saludando a sus seguidores, ya que presentaba una herida en la parte derecha del cráneo, cerca de la oreja», manifestó.

Estos datos de la investigación, que no son compartidos por el PPP, quedaron eclipsados al hacerse pública la intención del Ejecutivo de no suspender las elecciones fijadas para el próximo 8 de enero y en las que Bhutto era la principal candidata a la victoria. Estos comicios, que ya están bajo la amenaza de boicot de los principales grupos opositores, se desarrollarán además sin respetar los cuarenta días de luto marcados por la formación que lideraba la víctima como gesto de duelo ante la muerte de su líder.

«Nunca he visto nada igual. Mira que hemos tenido golpes de Estado y cosas por el estilo, pero es la primera vez que todas las principales ciudades del país se levantan de esta manera», señalaba el analista político del Pakistán Observer, Mahmood Hussain. Más de veinte personas han perdido la vida en las protestas y los destrozos materiales son innumerables. Desde Peshawar hasta Karachi, el PPP está dejando patente que es una gran fuerza.

Miedo

Entre tanta protesta, sin embargo, también se puede percibir miedo. Los ciudadanos tienen miedo a salir a la calle, miedo a pensar en el futuro más próximo. Porque ayer amanecieron con una portada única en todos los periódicos, una fotografía a cinco columnas de Benazir con un titular, también a cinco columnas, que rezaba asesinada y aún no se lo pueden creer.

El país entero coge aire y se prepara para lo que pueda llegar. Es un pueblo acostumbrado a convivir con la muerte. Los últimos años han estado marcados por terribles atentados -el más brutal de todos, precisamente, el ocurrido hace dos meses en la bienvenida de la propia Benazir Bhutto y que costó la vida a 139 per- sonas- y resulta increíble la forma que tienen los paquistaníes de sobrellevar la tragedia. Pero el asesinato de la dos veces primera ministra es el fin de un mito, del icono de la primera mujer que fue capaz de gobernar en un Estado islámico, del puente que unió a una república islámica con las principales pasarelas de moda de Londres y de una de las grandes protegidas de la Casa Blanca.