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Barra libre para Turquía

Aviones turcos bombardearon ayer de nuevo objetivos de los rebeldes kurdos en el norte de Iraq y el Estado Mayor hizo saber que su ejército está preparado para intervenir a fondo en cualquier momento. El asunto, como tal hecho material, no da para mucho: se atacó con un número bajo de aviones (diez F-16, al parecer) y se buscaba solo perturbar con la destrucción de cuevas y algunas instalaciones menores el plan de los peshmerga de refugiarse allí para «pasar el invierno», según un ciclo conocido marcado por el durísimo clima.

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Y, sin embargo, el bombardeo tiene la importancia de que remite a una cierta normalidad y traduce la amplitud y calidad del acuerdo turco-estadounidense al respecto: Washington, según dijo hace diez días Condoleezza Rice, comprende la conducta turca, ve a los guerrilleros del PKK como un enemigo común y apuesta a fondo por Turquía, cuyo papel geopolítico regional están en vías de reubicación. Los norteamericanos han sopesado muy bien lo que debían hacer porque esperaban la reacción hostil del gobierno de Bagdad: todos los ataques ultrajan la soberanía nacional del Iraq, cuyo gobierno, definitivamente, importa mucho menos a los planificadores americanos que el sólido y antiguo vínculo con Turquía, la de las dictaduras militares como la de la democracia islamista. Así, Washington parece haber dado barra libre en el norte de Iraq a las poderosas fuerzas armadas turcas y la situación es una cruda lección de realismo político que los actores regionales observan con una mezcla de impotencia y curiosidad. El Kurdistán iraquí es una entidad independiente de facto de Bagdad porque tras la primera Guerra del Golfo y de modo absolutamente ilegal la aviación americano-británica estableció un cordón de seguridad que garantizó la autonomía y la ausencia de tropas iraquíes.

Pero los kurdos bombardeados por los turcos son del PKK y aunque disponen de toda la solidaridad de sus hermanos iraquíes y reciben un trato diferenciado, especial y, por ahora, de objetivos militares. Poco importa la convicción de que los F-16 no resolverán la cuestión kurda ni que los peshmerga sean muchos y dispongan de gran implantación. Washington ha dado luz verde al fuerte socio regional al que la UE mira con recelo y al que pide, piadosamente, autocontención.