Cultura

El flamenco según los grandes

La muestra 'La noche española' del Reina Sofía acoge 400 obras de todas las manifestaciones artísticas de 150 autores

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Los orígenes del flamenco, concebido como cultura popular moderna, y las vanguardias artísticas surgieron a finales del siglo XIX. La influencia mutua y los contrapuntos de una expresión artística que nacía del lumpen ploretariado andaluz y de una cultura de élite forjaron en esas fechas el imaginario popular de «lo español». Es una época en la que aflora el cante, el baile, la guitarra y el gesto. Los artistas de vanguardia escrutan con su particular lupa, desde la más dignificada hasta la más grotesca, el nacimiento de un cliché de la cultura popular española que se asocia claramente con el flamenco y, por extensión, con el mundo gitano.

En este marco artístico se desenvuelve la exposición coral La noche española. Flamenco, vanguardia y cultura popular 1865-1936, inaugurada ayer en el Museo Reina Sofía. La muestra, comisariada por Patricia Molins y Pedro G. Romero, acoge 400 obras de todas las manifestaciones plásticas de 150 autores (pinturas, esculturas, fotografías, dibujos de decorados y figurines -además de vestuario general- para danza y teatro, publicaciones, documentos y más de 40 proyecciones cinematográficas), que incluye a maestros de gran renombre artístico y a otros menos conocidos.

Las piezas que forman parte de la muestra, algunas de ellas inéditas, proceden de distintas colecciones privadas y museos españoles y extranjeros. Al Museo Sorolla, la Fundación Mapfre, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Artium, la Biblioteca Nacional y la Filmoteca Española se suman préstamos europeos, como los del Centre Georges Pompidou, el Musée D'Orsay y el Musée Picasso. También donaciones temporales procedentes de museos americanos como la Hispanic Society, el Metropolitan, el MoMA o el Solomon R. Guggenheim.

Piezas de gran valor

Artistas de la talla de Delaunay, Piccaso, Manet, Picabia, Dalí, Gutiérrez Solana, Regoyos, Casas, Maruja Mallo, Federico García Lorca, Gustavo Adolfo Bécquer, Zuloaga, Alberti, Julio Romero de Torres, Rafael de Penagos, Modigliani, Man Ray o Benlliure comparten espacio vital y artístico. En el montaje expositivo destacan piezas especialmente delicadas por su fragilidad, como la Danseuse espagnole, 1915, de Henri Laurens o Marionette, 1926, de Alexandra Exter, en madera; el relieve Woman with Fan, 1914, de Archipenko; o, por su valor, la Spanish Dancer, 1914, de Lipchitz, en yeso.

El folklore o el concepto de lo nacional a partir de la cultura popular se dan la mano con la magna experimentación formal de un Manet, un Picasso o un Miró, entre otros muchos artistas. Y en la vía intermedia, los artistas del cante flamenco o de la danza española, como La Argentina y Vicente Escudero, que incorporaron a sus espectáculos tanto las raíces más populares como las esencias más cultas del modernismo.

El criterio cronológico de la muestra se fundamenta en dos fechas significativas: 1865, el año del viaje de Manet a España para ver de cerca las pinturas de sus maestros españoles y el momento en que el cantaor Silverio Franconetti regresa a Sevilla, donde sienta las bases de los que pronto sería el cante flamenco; y 1936, cuando comienza la guerra civil española y muere la bailaora Antonia Mercé, La Argentina.

Es en este periodo cuando comienzan a aparecer las imágenes más oscuras, orientadas hacia lo macabro, entre ellas los esqueletos de Ragel o Masson. En paralelo, los bailaores han evolucionado y algunos, ya bailarines arropados por una formación clásica, acceden a los grandes teatros y al cine.

La España 'negra'

En 1900, en pleno cambio de siglo, subsiste la denominada España negra y la pérdida de las colonias. La exposición recoge un retrato de la bailarina Carmencita, que actuó en Nueva York a finales de siglo. Fue también la primera mujer filmada en la historia del cinematógrafo por Thomas Alva Edison. Antes de este retrato de Chase, Édouard Manet había introducido en su pintura asuntos españoles, mientras los Becquer fueron los primeros en recoger el asunto del baile español. Regoyos, Solana o Nonell contribuyen a dibujar la imagen del flamenco y «lo español» en esta época, a la que también se acercan pintores como Camarasa o Sorolla. Pastora Imperio es, por entonces, la bailarina de la España tremendista.

Ya en los años diez del siglo XX, coincidiendo con la difusión del cubismo, llegaron a España artistas que huían de la guerra, como Gleizes o Picabia, que toman el baile español como modelo de ritmo abstracto y decorativo. La guitarra también se convierte en un elemento en numerosas composiciones artísticas. Durante la Primera Guerra Mundial llegan a España los ballets rusos, y con ellos Picasso y Goncharova como decoradores. La puesta en escena de estos ballets animará a algunos españoles que trabajan en París, como La Argentina o Vicente Escudero, a crear compañías y a elaborar, con músicos como Falla o Albéniz, grandes espectáculos para teatros internacionales, superando los límites del teatro local o el café cantante.