ARTE. Treserras no tiene muebles suyos en casa. / LA VOZ
JAUME TRESSERRA DISEÑADOR DE MUEBLES

«Sin dinero, estoy indefenso»

Tresserra está convencido de que la inspiración existe; «llega como un apretón intestinal y si no la atiendes de inmediato, vamos... que te diseñas encima»

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Divertido y charlatán, Jaume Tresserra es de esos seres a los que les encanta hablar de sí mismos, aunque sea para mal. La suya es una coquetería autocrítica y socarrona que seduce de inmediato. Este barcelonés, uno de los diseñadores de muebles más famosos del planeta, vive por pura necesidad rodeado de lujo. Del lujo que habita en la belleza de las formas simples y los materiales nobles. Y también, del que proporciona el dinero. Su espacioso taller se encuentra al borde del parque más exclusivo de Barcelona, con un Porsche negro, el suyo, siempre aparcado a la puerta. Con el contenedor Samuro a nuestra espalda, idéntico al que tiene Tina Turner en su casa de Colonia; con la mesa Paralelas a nuestro lado, igual que aquélla sobre la cual se devoraron a besos Jeremy Irons y Juliette Binoche en Herida; ante la mesa de billar Bolero y junto al legendario mueble-bar Martínez, en este caso un ejemplar único, pues por alguna misteriosa razón el nogal del que está hecho en lugar de oscurecerse con los años se ha quedado blanco. Y por eso le llamamos Michael Jackson, apunta su creador.

-¿Es usted un hombre con suerte?

-Lo soy. Mi éxito no es sólo fruto del esfuerzo, no soy tan sacrificado ni sudo sangre... Yo ya nací en el seno de una familia donde la estética era muy natural; donde hablar de teatro, de cine o tener cenando a Óscar Tusquets o a la diseñadora de las joyas Tiffany de Nueva York era normal. En aquel caldo de cultivo me fui empapando y acabé haciendo esto. Mi padre, de hecho, ya era un hombre preocupado por el tema de la decoración, pintaba la casa de colores raros para la época y los vecinos decían: Está loco.

-Eran ricos.

-Qué va. Si la mía fuera la historia de un pijo ni me atrevería a contarla. De hecho, me crié en una barriada. Eso sí, pertenecíamos a una burguesía media, quizá tirando a alta. Pero más alta en cuanto a estilo de vida que a solidez económica. En casa, por ejemplo, yo recuerdo que terminábamos de cenar y se pasaba a una sala donde teníamos un cine; en una época en la que no había televisión. Y con unas conexiones con no sé quién, que nos permitían ver películas de estreno. Yo me he criado viendo desde el primer Charles Chaplin a Metrópolis.

-Qué nivel...

-Siempre digo que, ya que universitario no soy, mi escuela ha sido el cine. Los Hermanos Marx, por supuesto. Ellos representan para mí el lujo máximo. Aquellos trasatlánticos, aquellos hoteles... Quizá nadie se ha gastado tanto en recrear un barco como aquél.

-Pero luego qué pequeño era el camarote.

-Ja, ja... Y lo que llegaron a meter dentro. Sí, la escuela de mi infancia fue el cine. Mis padres tenían otro nivel antes de la guerra. Muchas cosas pasaron y se quedaron a dos velas. Pero como venían de la industria textil y aún les quedaban aprestos, tintes y tal pues, casi sin un duro, empezaron a arrancar con lavanderías y acabaron teniendo diez o doce, porque el que es empresario ya se sabe... Nos dieron muy buena vida. Mi padre fue un hombre ejemplar .

-¿Qué ha heredado de él?

-No gran cosa en lo material, pero sí algo muy importante y es que yo, por muy en la cresta de la ola que esté, jamás podré convertirme en un gilipollas. Esto sí que se lo debo a él. Y cuando veo tanto gilipollas como en este momento hay por el mundo me siento honrado de haber heredado esto de mi padre. También me enseñó una ética y una moral que realmente es fatal para ganar dinero. Esa moral tan estricta me lleva a que si yo mañana me entero de que hay una viuda que por necesidad vende su piso, es que no voy ni a verlo, para no caer en la tentación... Yo tengo que levantarme cada mañana, mirarme al espejo y gustarme. Prefiero pagar más de lo que vale algo que volverme un especulador y un miserable.

-Me ha hecho pensar en los que van a un zoco de un país del Tercer Mundo y regatean a muerte.

-Bueno, esos ya son friquis.

-Pues hay muchos.

-Es que el noventa por ciento de la gente juega en segunda, para qué nos vamos a engañar. Quiero decir que tienen unos códigos de segunda. Un ejemplo: Estuve en Bangkok. Allí, un niño, por llevarte todo el día con la barca, te pedía cincuenta pesetas. Y la gente me decía: No le dés cincuenta, que te lo hace por veinticinco. A mí esa caridad comparativa con el coste de la vida me parece increíble.

-Quizá a alguien le sorprenda que hable así un pope del lujo.

-Bueno, bueno, es que los pobrecitos ricos también tienen su corazón y su necesidad de gastar dinero. Alguien tiene que ponerles las tentaciones, je, je...

-Antes ha dicho que hay mucho gilipollas. ¿En el diseño?

-No me haga hablar. Hay gente a la que admiro profundamente, como Phillippe Stark o como Miguel Milá, que es el padre de todos. No sólo les admiro, sino que les tengo una ligera envidia, y ni siquiera sana. Al contrario, corrosiva. Una envidia que me deprime a mí porque me veo zafio al lado de ellos. Pero también hay gente que le cambia el culo a una silla y luego va de divino por la vida.

-¿Cómo llegó a los muebles? Porque usted estudió Derecho...

-Estudiar no es la palabra. Digamos que me matriculé e inmediatamente me fui a la cantina. Aquellos libros me parecían listines telefónicos. Además, luego llegué a la conclusión de que nunca podría haber sido abogado. Lo que más me horrorizó es que tenía que defender a culpables. Esa moral aleatoria yo no la tengo, soy incapaz.

-También hay abogados de los pobres.

-Sí, en plan Teresa de Calcuta, pero es difícil ganarte la vida así. Y yo soy un hombre indefenso sin dinero. Tengo unos mínimos burgueses que debo cubrir, porque soy incapaz de aguantar humillaciones, colas, empujones... Yo compro mi parcela de tranquilidad con un poco de dinero.

-¿Cómo llegó al diseño?

-Empecé a hacer cosas como tocar la batería en un grupo... Y también hice joyas con esmaltes en la escuela Massana. Luego las vendí en Ibiza. El primer puesto hippy de joyas artesanales en Ibiza lo puse yo en el año 60. Lo vendí todo.

-Y de la joya, al mueble.

-Primero trabajé en publicidad. ¿Recuerda aquel anuncio de fajas de señora marca Turbo en el que un escultor intentaba esculpir una Venus sin éxito, hasta que un angelito baja del cielo, le pone una faja a la escultura y queda perfecta?