Tribuna

Leonhardt en San Felipe

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l maestro esperaba con gabardina y mitones, apartado de la orquesta, a que empezara el concierto. Luego, en el atril, Gustav Leonhardt desplegó elegancia y majestuosidad. Moroso en sus movimientos, contenido en el gesto, recibió con una sonrisa los aplausos que procedieron, y que no fueron todos los habituales, porque hizo saber a través del concertino de la Barroca, Pablo Valetti, que las Cantatas de Bach, segunda parte del programa, son música religiosa y, como tal, se escuchan en silencio y sin palmas. No las hubo, pues, y la gente se fue con ganas. El concierto de Navidad de Cajasol nos trajo a Cádiz, por una vez, a una figura de talla mundial y una hora y media de música para no olvidar. Pensé que si dice Martínez Camino que va más gente a misa que al fútbol, en aquel momento había diez veces más personal en el Oratorio que en cualquier ceremonia dominical. Así que...