ANÁLISIS

Sin elección

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o se trata de insistir cansinamente en el hecho de que la cosecha anual del cine español ha sido pésima, pero la verdad es que los Premios Goya no hacen sino certificarlo. Prueba de ello es la concentración de las candidaturas en dos o tres películas, El orfanato, Las 13 Rosas y Siete mesas de billar francés, cuyos méritos son más o menos evidentes en diferentes categorías, aunque su aceptación popular solo sea manifiesta en el primer caso. Además, queda claro que no ha existido una cerrada competencia entre las 142 películas que han optado a los galardones. Y es que, en primer lugar, El orfanato es la tabla de salvación para la imagen exterior de nuestra industria cinematográfica. De igual manera, Belén Rueda es la gran aspirante al triunfo en los Goya. Y el de mejor dirección que va a concentrar el único atisbo de competencia real en los Goya, puesto que se lo van a disputar Emilio Martínez-Lázaro, Icíar Bollaín y Gracia Querejeta, tres pesos pesados de nuestro cine. Por lo demás, a nadie se le oculta que la mayoría de las nominaciones son sólo eso, es decir, excelentes individualidades en un conjunto tan mediocre como previsible.