BAJAS. Soldados colombianos cargan con el cadáver de un guerrillero abatido durante un combate. / EFE
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Los hijos corrompidos del 'bogotazo'

Las FARC han pasado en 43 años de ser un grupo de rebeldes idealistas en lucha por la justicia social a convertirse en una banda sustentada por el narcotráfico y los secuestros

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La mayoría de los colombianos han nacido, vivido y fallecido bajo el signo de la violencia. La confrontación política entre liberales y conservadores allá en los años 50 y las desigualdades sociales acabaron derivando en matanzas, asesinatos, atentados y secuestros. Todo eso se convirtió en el pan nuestro de cada día y fue el detonante para la creación, entre otros grupos, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla marxista-leninista que 43 años después sigue poniendo en jaque a la nación. Pero, a estas alturas, la organización de Manuel Marulanda, 'Tirofijo', como les ha ocurrido a muchas industrias, ha tenido que renovarse para no morir.

En la era de Internet y los teléfonos móviles, las FARC están en las páginas de los diarios, hablan con diplomáticos y políticos y buscan mayor protagonismo político, algo que repatea al presidente, Álvaro Uribe. Pero cuentan con un precioso botín: 45 seres humanos 'canjeables' por 500 de sus guerrilleros presos y otros 700 'extorsivos', es decir, civiles secuestrados a la espera de que sus familias paguen un rescate por ellos.

Buceando en los orígenes de las FARC hay que considerar que Colombia es uno de los pocos países del continente americano donde no prosperaron gobiernos dictatoriales ni militares. Sin embargo, no por eso se libró de períodos de brutalidad.

Una triste fecha en su memoria histórica es el 9 de abril de 1948, cuando fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, figura muy popular y carismática de la izquierda colombiana y líder liberal. El estallido popular fue visceral. Le llamaron el 'bogotazo' a las revueltas y sangrientos saqueos que durante tres días sacudieron la capital. La inestabilidad se extendió hasta 1953, pero en plena guerra fría la repercusión internacional fue mínima. En esa etapa, conocida como 'la violencia', murieron más de 200.000 personas.

Los liberales de Gaitán, apoyados por el Partido Comunista Colombiano (PCC) se retiraron al campo, donde crearon grupos armados con los que protegerse de la furia de aquella época. Algunos se concentraron en el sur del país, en la región rural de Marquetalia, y se levantaron en armas.

Entre los fundadores de las 'zonas liberadas' figuraban Manuel Marulanda, 'Tirofijo', y Jacobo Arenas. Paulatinamente fueron controlando más áreas en el país que, tras el pacto de conservadores y liberales para alternarse en el poder cada doce años, fueron declaradas repúblicas independientes, pero el Gobierno las desmanteló.

Reforma agraria

'Tirofijo' y unos pocos hombres escaparon al cerco militar. Se internaron en la selva y crearon el Bloque Sur para hacerse con el poder con las armas. Ese sería el germen de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, oficializadas el 5 de mayo de 1966 como brazo armado del Partido Comunista de Colombia.

En sus comienzos funcionaban como guerrilla rural, se oponían al narcotráfico -entonces incipiente-, reclamaban la necesidad de una reforma agraria porque un 4% de los propietarios son dueños del 67% de las tierras productivas y decían luchar por la justicia social.

Según un ensayo del profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Gonzalo Sánchez Gómez fechado en 2004, las guerrillas explican sus orígenes en «la incapacidad del Estado para cumplir con sus obligaciones económicas, sociales y culturales».

Durante el Gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-82) fueron reprimidas. En 1984 apenas quedaban 3.000 hombres. Algunos presidentes como Belisario Betancourt (1982-86), César Gaviria (1990-94) o Andrés Pastrana (1998-2002) buscaron dialogar con la guerrilla para alcanzar una solución definitiva. El más generoso fue Pastrana, que desmilitarizó una zona de 42.000 kilómetros.

La ruptura de las conversaciones llevó a Gaviria a declarar la 'guerra integral'. Por su parte, Pastrana zanjó las negociaciones y canceló el despeje porque la guerrilla se sentaba en la mesa a dialogar pero seguía secuestrando, matando, sembrando de minas el país al tiempo que los campos de amapolas -materia prima de los opiáceos- crecían como la espuma. Pero para entonces la guerrilla ya tenía una fuerza de 17.000 efectivos, y una estructura militar elaborada.

Más presión militar

Al negocio del narcotráfico habían entrado en los años 80, primero cobrando impuestos por la explotación a productores y narcotraficantes y luego más directamente. Actualmente ese rubro es la primera fuente de ingresos -el Ejército estima sus ganancias en los 1.000 millones de euros anuales- seguida por los secuestros económicos.