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Debates en TV y economía nublada

Tras quince años de abstinencia (muy relativa), el televidente español va a ser obsequiado por dos líderes políticos con una dosis de debate electoral, cara a cara o cuerpo a cuerpo. Rajoy ha accedido a debatir con Zapatero en la televisión, aunque anatematizando inicialmente a la pública por su supuesto sectarismo. Especialistas del PP y del PSOE negocian el formato de dos debates y las sutilezas técnicas en que deberían desarrollarse. Dado que los enfrentamientos electorales televisados son normales en las democracias de nuestro entorno, pero resultaban aquí teratológicos, ahora va a hacerse normal en España lo que venía siendo anormal o, según la teratología, políticamente anómalo. Tres lustros después, Zapatero y Rajoy darán lo mejor de sí mismos durante una hora y ante unos millones de televidentes.

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Se cierra esta semana por vacaciones el período otoñal de sesiones parlamentarias, y entrará en funciones la Diputaciones Permanente, algo así como una edición de bolsillo de Las Cortes, hasta bien entrada la primavera, cuando ocupen los escaños vacíos los nuevos diputados electos. Un sondeo de una emisora de radio seria señalaba ayer una distancia de casi cuatro puntos entre el PP y el PSOE, a favor de éste. Todo el esfuerzo popular en los últimos días se ha orientado a garantizarse la fidelidad, más que probada, de su núcleo electoral más duro, a base de someter al Gobierno a una andanada de críticas y peticiones parlamentarias sobre el recurrente tema del terrorismo. Pero con esa estrategia no parece que Rajoy vaya a conseguir votos en zonas sociales más diferenciadas, por lo que ayer, y por primera vez, el director de la orquesta electoral del PP, Juan Costa, aprovechó el panorama de la economía internacional, con efectos obvios sobre la española, para lanzarle un par de dardos al vicepresidente Solbes.

En la economía pueden encontrar los populares el espacio en el que los argumentos no pueden ser destruidos, pues si se exceptúa el catastrofismo, excepto en circunstancias catastróficas, tan respetable es el pesimismo como el optimismo. Entre otras razones porque optimismo y pesimismo pueden coincidir en el mismo análisis de unos datos o de unos hechos. Ayer dijo, por ejemplo, Malo de Molina, jefe del think tank del Banco de España, que «los hogares han empezado a reducir su ritmo de endeudamiento», como reacción, añadía, «a la subida de los tipos de interés o a la tendencia a la desaceleración de los precios inmobiliarios», junto a las señales que transmiten los mercados sobre la resistente crisis financiera. Pero antes había revelado Malo de Molina los datos del endeudamiento familiar en España, donde la mitad de las familias está endeudada, y de esa mitad el 26% por créditos hipotecarios.

No parece muy brillante el horizonte económico, y así nos lo hacen ver dos bancos centrales, la Reserva Federal y el BCE, planeando una acción concertada contra la crisis financiera. Y contra la inflación que tan alentada se ve por la espiral del precio del petróleo, que ayer hizo bajar las bolsas, cuando no hacían más como si hubiera crisis de las hipotecas locas.