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Por alusiones

Los que me conocen, saben que me dedico a una rama muy concreta del Derecho, y aunque siempre se agradecen los clientes particulares, no me falta el trabajo y llego a fin de mes gracias al importante volumen de pleitos de una importante aseguradora cuyo nombre omitiré, no vayan a pensar algunos que también aprovecho estas líneas para vender pólizas de automóviles. Si alguien me llama para intervenir en una tertulia o en un programa, siempre digo que si por una razón fundamental, por educación, y secundariamente, porque así me acerco al mundo de mi vocación frustrada, el periodismo.

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Y de igual forma que llevan toda la razón del mundo quienes opinan que hay miles de aficionados anónimos que harían un mejor papel que el firmante en tales programas, se equivocan quienes piensan que uno persigue otros fines a costa de hablar del Cádiz, tales como pillar puesto en la Directiva o capturar clientes aprovechando una publicidad gratuita. Sinceramente, no recuerdo que nadie haya acudido al Despacho por el hecho de criticar a Muñoz o discutir con Moisés Israel. Es más, sería patético que alguien pudiera pensar que puedo desahuciar a su vecino o sacar a su hijo de la cárcel porque le convenzan mis argumentos respecto a la huída de Baldasano o la organización del Trofeo. Y ante la absurda polémica creada en el foro, me mojo como siempre: Es cierto, voy por libre y no pretendo representar a ningún sector de la afición. Simplemente expreso mis opiniones respecto al devenir de nuestro Cádiz, procurando no entrar en cuestiones técnicas donde mi ignorancia es todavía mayor que en lo relativo a las administrativas. Así lo hago y así lo seguiré haciendo, aunque a veces a nadie parezca interesarle los entresijos económicos de la nave amarilla o porque, por pura casualidad, me convierta en protagonista no deseado tras un polémico programa. En cualquier caso, agradezco las críticas de mis detractores foreros y tomo nota de ellas. El cadismo sigue vivo en esecadizoe.com, pero mejor hablemos de Yago, de la ausencia de extremos, o de la maldición del nueve