CLAUSURA. El ponente, la diputada Ana Mosquera y el profesor Francisco Herrera. / O. CHAMORRO
Sociedad

Francisco Mora defiende que el cerebro «es un kilo y medio de incógnitas»

El prestigioso investigador cerró anoche el ciclo 'Diálogos con la Ciencia' con una ponencia titulada 'Neurocultura: una cultura basada en el cerebro'

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«Una cultura determinada conforma el cerebro: podemos afirmar que somos diferentes a los chinos a la hora de apreciar el mundo físico». Esta premisa, junto con el convencimiento de que debe haber otra revolución en la ciencia que haga tambalear las estructuras de la percepción cerebral al mismo nivel que hizo, por ejemplo, Copérnico, es la base de los estudios del doctor en Medicina, catedrático de Fisiología Humana y catedrático adscrito del departamento de Fisiología y Biofísica de la Universidad de Lowa, EE UU, Francisco Mora. El investigador cerró ayer en Diputación el ciclo Diálogos con la Ciencia con una conferencia titulada Neurocultura: Una cultura basada en el cerebro, fruto de la publicación de su libro Los laberintos del placer en el cerebro humano.

Mora se afanó en observar el análisis del órgano pensante en el ser humano como un asunto que debe reconciliarse con las teorías, filosóficas, éticas, sociológicas o artísticas, entre otras muchas. «En el siglo que nos ocupa existen importantes desafíos como el problema medioambiental, la globalización, etc». En este contexto aparece el genoma, pero también el «ambioma». «No nacemos determinados por ninguna enfermedad física o mental sino que es el marco ambiental el que da expresión a esa afección», dice. «El cerebro es un kilo y medio de incógnitas; no hay cambios en la conducta que no se reflejen en él y viceversa».

Precisamente la Neurociencia es la materia que intenta enfocar estos interrogantes desde otra perspectiva. «Para que se produzca el cambio -asegura Mora- «tiene que aparecer otro Einstein, otro genio capaz de destruir paradigmas para construir otros nuevos». Lo que es cierto para el científico es que los valores, las normas, las leyes, el consenso social edificado por cada una de las culturas «nos determina». «Nunca somos los mismos, el hombre sólo puede tener memoria de sí mismo, es alguien diferente a cada momento», subraya. Por ello, el investigador aboga por reforzar los lazos entre lo que históricamente se ha separado como las ciencias y las humanidades, y lo expresa así: «en este caso la cultura sería el árbol, las humanidades, las hojas, y la ciencia, las ramas y raíces. La Neurocultura persigue entender las raíces». En esta línea, hace 17 años se acuñó el término Neurofilosofía, «fundamental para atajar otro gran debate, la relación mente-cerebro». Francisco afirma taxativamente que no existe el yo, «sólo el sentimiento o el lugar donde nos situamos: el cerebro actúa rápida y mecánicamente; sin embargo, la persona tiene toda la vida para tomar decisiones responsables. Todo dentro de una plantilla en la que la costumbre imprime siempre su patrón».

Esto explica que se relativicen comportamientos «anormales» o la ausencia del «aguijonazo emocional» en algunos individuos.

Tras recalcar que la investigación científica es un elemento «poco valorado» en España, Mora abrió el interrogante: «¿Por qué nos llamarían inmorales por no prestar ayuda a un niño muerto de hambre en la calle y no ocurriría lo mismo si no destinamos dinero a una ONG para erradicar la pobreza infantil en África?».